"No debemos sólo lamentar las divisiones, sino dar gracias a Dios por todos los elementos de unidad que Él ha conservado para nosotros".
Con esta sencillez ha rezado Benedicto XVI junto a la comunidad evangélica, en el antiguo Convento de los agustinos de Erfurt durante su viaje a Alemania. Allí donde Lutero inició una andadura espiritual que culminó en la reforma protestante, la Iglesia católica y la Iglesia Evangélica en Alemania se han encontrado para rezar, para escuchar la Sagrada Escritura y para compartir la profesión de fe del cristianismo antiguo.
No olvidemos que católicos y luteranos comparten una misma fe cristocéntrica. Y ésta, ha subrayado el Papa, se presenta en forma de desafío: el de dejar que Cristo sea el centro de la vida de unos y otros, para hacer visible a Dios en el mundo. Y es que el camino ecuménico, visto y vivido así, no es sólo un método de avance hacia la unidad, sino una experiencia religiosa y espiritual que se va tejiendo, en la medida en que católicos y luteranos tomen absoluta conciencia de las grandes cosas que comparten en común. Sólo de este modo, católicos y luteranos podremos poner en el centro de esta cultura secularizada, la propuesta cristiana que conmovió a Lutero y que también ansía el hombre moderno: la experiencia de un Dios misericordioso, absolutamente comprometido con la historia de cada hombre.