"Me gustaría saber cuáles fueron los grandes elementos de especialidad técnica que llevaron al nombramiento del presidente de Hispasat que acaba de salir". Así de irónico se mostraba el ministro de Economía, Pedro Solbes, en relación al entonces nombramiento de Pedro Antonio Martín Marín como presidente de esta compañía.

 

Y probablemente tiene razón. No había más motivo técnico que el hecho de que Antonio Martín Marín había abandonado en el año 2000 la Presidencia de Admira y había aceptado salir sin la indemnización de cuatro años estipulada en Telefónica a cambio de convertirse en el presidente ejecutivo de Hispasat. Una gestión, por cierto, no mala si tenemos en cuenta el lanzamiento esta noche del macro satélite Amazonas de la base de Kazajistán. Un satélite que ofrecerá servicios a todo el continente americano y Europa occidental.

 

¿Quería Solbes amargar la fiesta? Probablemente. Porque fue la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI) la que forzó la salida del presidente de Hispasat tras la conveniente conversación previa con los socios privados: Telefónica, AUNA y BBVA. Y fue la SEPI -o sea Solbes- la que impidió la entrada de Avertis (Caixa y ACS) en el accionariado como núcleo estable, tal y como estaba previsto. Operación que se habría cerrado porque ni AUNA ni BBVA desean participar en un negocio tan dependiente del Estado. Y porque La Caixa sí que tiene una apuesta clara por convertirse en el "carrier" de servicios audiovisuales.

 

O sea, que sí hubo ingerencia por parte de la Administración. Como la hubo en el nombramiento de Luis Atienza como presidente de Red Eléctrica Española (REE) en sustitución de Pedro Mielgo. "No creo que a nadie le sorprenda que quien tiene el 28,5% del capital decida quién es el presidente", señaló Solbes.

 

Pero el caso de Hispasat es más grave, porque la participación estatal es ridícula. Pero el PSOE-Polanco no podía perdonar la gestión de Martín Marín al cargo de la Secretaría de Estado de Comunicación y optó por el "golpe de efecto" anticipando la salida para evitar la medalla del lanzamiento del Amazonas.

 

Por eso, ese discurso del vicepresidente segundo de "queremos gerentes responsables, que sean honestos, profesionales y defiendan los intereses de las empresas", resulta un tanto vacío. No en vano CCOO le recuerda que deberán de ser los accionistas de estas compañías privadas quienes decidan los cambios que quieren hacer en sus empresas. Y no es respetar la voluntad de los accionistas la duda ministerial sobre la "solvencia" de los presidentes. El elefante se acerca a la cacharrería.