El vicepresidente económico se sabe intocable hasta 2008 y aprovecha su situación para criticar las decisiones de su presidente. Considera que Zapatero es insolvente e impone el liberalismo extremo ante el cabreo de un PSOE en el que no tiene cargo. El Comando del Gasto presiona a Zapataro para fundirse el superávit, especialmente en vivienda pública. Las macromagnitudes van bien, pero los hogares siguen asfixiados. El recambio de Solbes es Miguel Sebastián, que deberá pasar su particular purgatorio en el Ayuntamiento de Madrid, a lo Trini Jiménez

El pasado miércoles por la noche el vicepresidente Solbes clausuraba las primeras jornadas de antiguos alumnos de ESADE en Madrid. El turno de preguntas arranca con lo más importante: ¿Se siente usted libre para abandonar el barco?, Tras la salida de Sebastián de la Oficina Económica de Moncloa ¿Se facilita o se dificulta su permanencia en la Vicepresidencia Económica. Solbes responde a lo Solbes: Mi compromiso es para esta legislatura, después ya veremos. Se lo traducimos: Estoy en plena guerra con Zapatero, sé que soy imprescindible para dar estabilidad al mundo del dinero, pero de momento no me voy a mojar. Eso sí, aclara que esta guerra no tiene nada que ver con Miguel Sebastián. ¿Excusatio non petita acusatio manifesta?

A continuación, Solbes se marca un discurso de acentuado carácter liberal, el que más irrita en la calle Ferraz. Liberalismo que contrasta, también, con el talante socialdemócrata del Ejecutivo Zapatero, que presiona al vicepresidente económico para zamparse, al menos en parte, el superávit presupuestario. La ministra Trujillo y el resto de los ministerios de gasto presionan fuertemente a Solbes para obtener más recursos en políticas sociales, especialmente en vivienda, donde el alza de los precios hace muy difícil, si no imposible, la formación de un hogar para los más jóvenes. Solbes se resiste y señala con guasa que todo gobierno es un gobierno de coalición entre el ministro de Hacienda y el resto de ministerios. Además, el vicepresidente se sabe fuerte porque conoce muy bien que su presencia moderada y su culto a la ortodoxia generan confianza en los mercados y estabilidad en el mundo del dinero. Así que se permite dejar en incógnita su futuro en el Ejecutivo Zapatero. Mientras tanto, Sebastián, que ha dirigido la política empresarial de Zapatero, aspira a suceder al vicepresidente, aunque, eso sí, deberá purgar en la oposición a Gallardón durante un tiempo. La misma medicina que Zapatero recetó a Trini, esa secretaria de Estado sin cartera. La otra alternativa para una eventual sucesión de Solbes sería un Jordi Sevilla que ya en 2004, cuando Zapatero mostraba su querencia por Sebastián le recordaba que es el tiempo de los políticos, no de los técnicos.

El enfrentamiento entre Zapatero y Solbes es total, habida cuenta de la OPA de E.ON sobre Endesa. El vicepresidente recuerda un día sí y otro también que las situaciones de partida en Europa son claramente distintas. O, dicho de otra forma, no hay simetría, al igual que no hay mercado energético europeo. Por eso se permite darle al Ejecutivo Zapatero un aprobado justito en la gestión de la OPA. Solbes se lava las manos porque sabe que la errática gestión de la OPA ha correspondido a Sebastián y Montilla a partes iguales. O sea, Sebastián sí está en esta guerra. Pero es que, además, la distancia personal entre Zapatero y Solbes es ya un abismo. El alicantino considera que el leonés es un insolvente sin ideas claras y sin dos tardes de economía, mientras que Zapatero desprecia a Solbes por considerarle un liberal indigno de un gobierno progre y paritario como él preside.

Así que Solbes se siente libre para criticar al Ejecutivo Zapatero en lo que le parezca oportuno. Se posiciona claramente a favor de las privatizaciones porque más mercado y menos regulación es igual a más eficiencia. Según Solbes, la situación del Sector Público debe quedar en lo más específico : defensa, orden público y justicia. Considera que es muy importante que el Estado garantice la educación, la sanidad y las pensiones, pero no necesariamente que las provea.

Además el vicepresidente económico se muestra abiertamente contrario a la territorialización de las inversiones. La idea de territorializarlo todo nos lleva a situaciones imposibles. No obstante, justifica que Madrid reciba menos inversiones que otros años porque no podemos hacer la M-50, el AVE y la T-4 todos los años, en cambio, considera que Cataluña necesita estas inversiones en AVE y aeropuerto, aunque, eso sí, matiza que con un tratamiento temporal. Y para que el asunto no se centre en un Madrid-Barça saca el asunto de Canarias, donde su estatuto señala desde el principio que las inversiones en el archipiélago no serán nunca menores que en el resto de España. Una vez que Canarias tiene buenos puertos y aeropuertos ¿qué hacemos? ¿Asfaltamos las islas?, se pregunta el vicepresidente. Y es que, concluye Solbes, los legisladores toman a veces decisiones que luego no responden a la racionalidad.

Por otra parte, en cuanto a la Ley de Dependencia, Solbes no dice, pero sugiere, que no será la cuarta pata del Estado de Bienestar, puesto que no está vinculada a la Seguridad Social y por lo tanto no es un sistema de aseguramiento dentro del sistema público. Además, lo que hace el Estado es tratar de homogeneizar los programas sociales que las CCAA están desarrollando con una inversión de entre 3.000 y 4.000 millones de euros. Teniendo en cuenta que el Estado aportará 400 millones de euros en 2007 y que cuando se despliegue el sistema tan solo pondrá el 50% de los dos tercios de los 8.000 millones finales, podemos concluir que hay más propaganda que realidad. Por otra parte, los programas de dependencia se financiarán en un tercio por los beneficiarios fomentando lo que Solbes califica como corresponsabilidad financiera. Se medirá no sólo los ingresos, sino también el patrimonio, de manera que el Gobierno pretende incentivar la hipoteca inversa, el instrumento financiero por el que los abuelos liquidarán su patrimonio para financiarse su dependencia. O sea, nada de la cuarta pata del Estado de Bienestar de la que presume Zapatero.

Solbes siempre repite que a mí no me gusta dar buenas noticias. La verdad es que prefiere no dar noticias: ni buenas ni malas. Pero se le entiende todo.