Un juzgado de familia (lo siento, se llama así), que ejerce su benéfica función en la muy noble Comunidad Foral de Navarra, ha decidido otorgar en adopción a una lesbiana, vulgo tortillera, una pareja de niñas de un año, hijas de su compañera sentimental (observen lo políticamente correcto que me he vuelto). Porque su sentimental compañera se inyectó un semen de un donante anónimo, el padre de las criaturas. Total, que las pobres niñas van a tener que acarrear con una pareja de madres, elección por la que, de haber sido conscientes, probablemente no habrían optado por una familia tan singular. Los niños, es sabido, son ferozmente conservadores, y prefieren la tradición.

Pedro Zerolo (prohibido hacer rimas fáciles con su apellido), líder gay elevado por el PSOE a la categoría de concejal del Ayuntamiento de Madrid, ha declarado que este es un momento histórico. Tiene toda la razón: la historia del siglo XX, la centuria más homicida de toda la historia, demuestra que el calificativo histórico viene como de molde para este nuevo invento. La presidenta de la Federación del tercer sexo afirma que la decisión judicial constituye la demostración "de que los gays y lesbianas podemos tener hijos". Eso es muy bueno. Es algo parecido a decir que la economía va bien porque el presupuesto del Gobierno ha previsto fuerte crecimiento, fuerte creación de empleo y baja inflación. O sea, menos viajar y más leer la prensa, menos contemplar la realidad y más sesiones de televisión. 

Hombre no, la lesbiana madre biológica ha necesitado del esperma de un varón entontecido, que le ha prestado 'sus cositas'. Por ahora, el mito de las amazonas sólo es posible por clonación, otra de las maravillas que la progresía comenzará a reclamar en breve.

Y la sentencia perpetrada ha sido posible a la sombra de la ley de parejas de hecho de la Comunidad Foral, la primera en admitir la adopción de niños por parejas homosexuales. El diputado del Partido Popular por Navarra, Jaime Ignacio del Burgo, ha recurrido al Tribunal Constitucional la ley navarra, aprobada con los votos socialistas, separatistas y los del derechista, antiguo socio del PP, Convergencia de Demócratas Navarros (CDN).

O sea, para entendernos, el Partido Popular recurre la ley del País Vasco sobre parejas de hecho, entre otras cosas porque es una ley de los nacionalistas vascos. Recurre la ley navarra, obra de socialistas, abertzales y demás gente de mal vivir. Sin embargo, vaya usted a saber por qué, no recurre ni la norma valenciana de parejas de hecho (obra del ministro portavoz del Gobierno, Eduardo Zaplana) ni la madrileña, obra de su correligionario, el actual alcalde Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón. Seguramente, por cuestiones de alta política que los mortales no podemos comprender. Otrosí, el recurso del PP contra la ley del País Vasco conllevó su paralización, mientras que el recurso presentado por Unión del Pueblo Navarro (socio del PP en Navarra contra la ley foral) no paralizó la entrada en vigor de la misma. Una de dos, o el Partido popular es malo o es tonto.

De hecho, el partido Familia y Vida, que cuenta con la espléndida independencia de no gobernar en parte alguna, ha interpuesto un recurso contra la "Ley Gallardón", dado que es el Estado, y no las comunidades autónomas, el que puede legislar en materia de matrimonio. Por eso, hay que recurrir todo tipo de leyes de parejas de hecho... salvo que sean del PP, claro está.

Además, Mariano Rajoy, futuro presidente del Gobierno si alguien no lo remedia, ya ha dicho que está plenamente a favor de una ley de parejas de hecho, y que la promulgará en cuanto llegue al poder. Ahora bien, para establecer la distinción entre los "buenos", es decir, el PP, y los "malos", Rajoy afirma que él no es como los socialistas, gente soez y de baja ralea, y que acepta los matrimonios gay, pero no aceptará que adopten hijos. La verdad, es que, en este asunto, el socialista Rodríguez Ibarra, que difiere de su partido en este pequeño punto, ha explicado sus razones como nadie: "Yo no busco hijos para las parejas, sino parejas para los niños".

Pero volvamos a Rajoy. Dígame, don Mariano: Si dos homosexuales, en su versión sarasa o lesbiana, forman realmente un matrimonio, ¿por qué razón no pueden adoptar un hijo? Los matrimonios están para eso.

Además, para conocer el programa oculto del Partido Popular no hay que escuchar ni a Rajoy ni a Aznar, sino ver los informativos de la televisión pública. El día de autos, es decir, el lunes 16, nos obsequió con un reportaje donde todo eran parabienes acerca del "histórico momento" y la más histórica noticia. Es decir, que Rajoy ya tiene previsto aprobar la adopción de niños por homosexuales.

Pero eso es lo de menos. Lo importante es la evolución del feminismo, porque de un par de lesbianas es de lo que estamos hablando, si ustedes me entienden. Ya hemos dicho muchas veces que feminismo es lesbianismo, pero ese es el objetivo final, no la descripción del fenómeno. El feminismo no es más que el viejo marxismo, que ya no practica la lucha de clases, sino la lucha de sexos. Con el derrumbe del marxismo, el odio se ha trasladado desde las clases sociales hasta los sexos. Tanto da, que da lo mismo. No deja de ser el viejo proyecto desintegrador. Una clase contra otra, un sexo contra otro, los miembros de un clan, una tribu, una familia: en definitiva, con un poco de suerte podemos conseguir que el hombre se sienta solo hasta en su propia cosa. Rotos sus lazos biológicos, maltrecho lo que recibe de padre y madre, porque resulta que ni uno aporta paternidad ni la otra maternidad, cabe pensar que el fruto de tal proceso educativo se sentirá solo en medio de la multitud. Peor, porque en mitad de la multitud la soledad se da por descontado. En tu propio hogar el asunto se vuelve más complejo: estar solo en casa, porque los seres más próximos son también los más lejanos. Solo en casa y solos entre la multitud. El marxismo feminismo habrá conseguido mucho más que el marxismo leninismo.

La sociedad del futuro promete ser extraordinariamente jocosa. Lo que nos vamos a divertir. Yo me pido el Tercer Mundo donde, miren ustedes qué casualidad, la homosexualidad es apenas perceptible.

Eulogio López