La Navidad es mucho más que una tradición porque nos transporta a una gran verdad: somos muy importantes para Dios.
Quizá alguno piense en el fracaso que es su vida, sin nada que presentar decentemente ante el mundo y sin embargo, el que todo lo ve, nuestro Padre Dios, está llamándonos de continuo como a hijos (y eso somos). Y nos quiere a pesar de nuestras deserciones, que se ponen de mayor manifiesto cuando se acercan estas fechas.
Dios nos ama con toda la fuerza de su omnipotencia, es decir, todo lo puede respecto a nosotros. Falta que nosotros sepamos encontrar ese camino que Cristo esculpió durante su andadura terrena.
Volver a Dios por el camino de Jesús, que nace, pequeño, en un pobre pesebre para enseñarnos que la grandeza luce mejor cuando se entierra la vanidad del mundo, cuando se apagan las voces del yo, cuando se sirve a los demás sin esperar nada a cambio.
Lisa Justiniano