Normalmente los delirios de grandeza acaban mal. Y es lo que le ha pasado a la Generalitat.
Cuando ni siquiera España ya tiene aerolínea de bandera porque se tuvo que vender Iberia a British Airways, una autonomía decide ir por libre y crear la suya propia. La aventura nunca tuvo viabilidad y todo el mundo lo sabía. Pero políticamente interesó a los nacionalistas. Contrataron como presidente a un exdirectivo catalanista del Barça sin experiencia alguna en el negocio aéreo por un sueldo de 300.000 euros que vendió que "el distintivo de Spanair es hacerlo todo en catalán".
Y se metieron millones en un pozo sin fondo que sólo daba pérdidas año tras año. Al final, Spanair ha sido la crónica de una muerte empresarial anunciada y un aviso a navegantes: mezclar obsesiones nacionalistas y gestión económica suele dar muy malos resultados.
Francisco Gombau