Esta comedia, dirigida y escrita por el hasta ahora cortometrajista Theodore Melfi, sin ser genial, contiene elementos explosivos que, sin embargo convencen, al igual que ocurría con otras comedias independientes como Pequeña Miss Sunshine o Juno, donde tras una situación anormal encontrábamos un mensaje vitalista y esperanzador.
Vincent Mckenna en un asocial individuo, alcohólico y malhablado, que vegeta en su día a día hasta que se instalan en la casa de al lado un encantador niño (Oliver) y su madre, una enfermera divorciada, que quiere emprender una nueva vida. Precisamente, la necesidad de que alguien se ocupe de Oliver, cuando su madre se ve obligada a alargar sus turnos en el hospital convierte a Vincent en su peculiar "canguro". A pesar de esa obligación, Vincent no cambiará de costumbres y, acompañado del niño, seguirá acudiendo a su cita al hipódromo para apostar a las carreras de caballos, bebiendo y realizando sus regulares visitas a una residencia de enfermos mentales, al mismo tiempo que sigue en contacto con una prostituta, ahora embarazada. Mientras, Oliver, aunque de religión judía, es alumno de un colegio católico, respetuoso con otras creencias, donde le imparten unas afortunadas clases de religión en las que, entre otros temas, les explican qué supone la santidad.
Aunque esta comedia independiente tiene elementos algo groseros (como algunas apariciones de Naomi Watts encarnando al personaje más vulgar de su carrera), la película sabe mantener el equilibro en la forma de afrontar temas como la necesidad que tienen los niños separados de un referente paterno cuando se educan en familias monoparentales, sobre la solidez del verdadero amor aunque se produzcan enfermedades mentales (algo que recuerda a El diario de Noa), o sobre la inocencia espiritual que poseen los niños que irradian a su alrededor una aura de frescura. Todo ello sin caer nunca en la sensiblería, cuestión que se agradece.
Bill Murray, en uno de los papeles de su vida, encarna con convicción el papel que otras veces le he hemos visto interpretar: el de un hombre gruñón y malencarado al que sólo descubre su buen corazón el pequeño Oliver. El veterano actor tiene complicidad con Jaeden Lieberher, uno de los "niños prodigios" del cine actual cuyo dulce rostro lo podremos ver hasta en tres películas el próximo año 2015.
Para: Los que les gusten las comedias independientes, aunque tengan algún toque grosero