Sr. Director:
Resulta lógico que todos los derechos humanos sean para el bien y lo bueno. No se comprende que haya derechos para el mal o para lo malo.
Etimológicamente, Derecho significa lo derecho, y las expresiones lo jurídico, lo justo, lo recto constituyen sinónimos de la voz derecho. Los derechos humanos son algo propio de la dignidad de la persona humana. Por eso mismo, están por encima de las Constituciones y de las leyes.Recientemente, con motivo de sacar a la luz las atrocidades cometidas por unas clínicas abortivas en Barcelona, Madrid y Alicante, no faltan quienes consideran que el aborto es un derecho y no un delito, despenalizado en algunos supuestos.
La cuestión fundamental radica en saber si hay vida humana desde el primer momento de la concepción. Y la ciencia (la embriología, la genética…) lo atestigua: el ADN, el Código genético, que perdurará hasta la muerte, está impreso en el incipiente embrión humano.
El nasciturus es un bien en ciernes. Y por ser un bien humano (un futuro ciudadano) reclama un derecho a la vida. Y si hay un Estado de derecho (no un Estado de partidos, como sostienen no pocos) debe ampararlo y protegerlo en su debilidad. Y lógicamente, también debe ampararse a la madre gestante. Si ésta no desease a su hijo, entonces la solución habría que buscarla, no con la muerte del inocente, sino en la adopción por parte de tantos padres ansiosos de educar a sus hijos adoptivos.
"Imaginación al poder", clamaban en París los de la revolución de mayo de 1968. Lo mismo podría decirse a los políticos, diputados y senadores, a la hora de legislar sobre la tragedia del aborto.
Parafraseando el tétrico grito de los que iban a morir ante el César en el Coliseo romano, los nascituri ojalá pudiesen gritar: "¡Diputados y Senadores! ¡Los que vamos a vivir, os saludamos agradecidamente"!
Rafael Campoamor
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