Se invirtieron las tornas. En el Aberri Eguna -¿Es necesario que los nacionalistas celebren su gran día, el Día de la Patria Vasca, en Domingo de Resurrección?- el Arzalluz fue Íñigo Urkullu mientras Ibarretxe se mantuvo en la sensatez. Con una ETA amenazando de muerte a Patxi López, es más lógico lo de Ibarretxe y su idea de que se puede morir por la patria, pero no matar, que es lo que distingue al mártir del fanático.
En cualquier caso, hay preocupación en el Ministerio de Interior. Con el PNV echado al monte, la fidelidad de la policía autónoma vasca, la Ertzaintza, al Gobierno de Vitoria resulta peligrosa. El nacionalismo lleva mucho tiempo controlando este cuerpo policial, demasiados lustros y en Interior teme que esté trufado por los filoetarras.
Por otra parte, tras ese lapso largo, policía y Guardia Civil no están desplegados en Euskadi como para proteger debidamente al nuevo lehendakari, a su Gobierno y a la nueva presidenta del Parlamento Vasco, la popular Arancha Quiroga y otros líderes del PP, aún más odiados por los proetarras que los socialistas.