Pero lo más grave no es eso. Lo grave es que al mismo tiempo nos enteramos que la papisa de la Iglesia de Inglaterra, Su Graciosa Majestad Isabel II de Inglaterra ha cedido unas dependencias de su Palacio de Windsor una zona para los rezos de los musulmanes a petición de una de sus trabajadoras (supongo que tendrá que albergar dos zonas: una para hombres y otras para mujeres).
Es una idea que brindamos a José Luis Rodríguez Zapatero para aplicar en La Moncloa, donde no hay oratorio cristiano, ciertamente, pero la alianza de civilizaciones exige tan loable gesto y alguno más.
La comunidad islámica británica está muy contenta con la decisión de la soberana. Es la misma comunidad que ha dado con la razón oculta de los atentados en julio de 2005 y los frustrados del pasado mes: es la política agresiva de Blair en Iraq la que desencadena el terrorismo islámico. O sea, que Tony Blair va por el mundo provocando. Como el Papa, por decir la verdad, e incluso tremendamente dulcificada por la caridad. Ya lo dijo el clásico : Van como van y pasa lo que pasa.
Al final, toda la política exterior del mundo islámico consiste en hacerse las víctimas para poder justificar el terrorismo. Sólo que contra el victimismo y la teoría de la provocación poco valen los gestos a los isabelinos. Se impone la teoría de la reciprocidad. Los musulmanes podrán rezar en el Palacio de Windsor cuando los cristianos puedan leer la Biblia en Arabia Saudí sin ser torturados por la policía religiosa de la cuna del Islam. Los musulmanes podrán abrir mezquitas en Occidente cuando en Pakistán no se asesine a conversos ni se les obligue a vivir como parias tras la conversión. Y así sucesivamente. Porque si no hay reciprocidad lo que hay no es libertad, sino imbecilidad.
Eulogio López