Desde estas páginas nunca hemos escatimado críticas hacia el presidente de la CNMV, Manuel Conthe, no sólo por su sumisión al poder en la batalla de Endesa sino por su obsesión anti-periodística y su deseo de cercenar la libertad de prensa, según su curiosa concepción de los medios informativos como sujetos del mercado y según su aún más glorioso postulado de que lo que importa, antes que la verdad y la justicia social, es el correcto funcionamiento de los mercados financieros.
Pero hoy toca ofrecer parabienes. A primera hora de la mañana del lunes 2 de abril, el presidente del organismo regulador de los mercados de valores presentaba su dimisión. Su valedor, el vicepresidente Pedro Solbes le había traicionado, y le había dejado solo con tal de mantenerse en el cargo (como Roma no paga traidores, y ZP tampoco, es muy probable que Solbes acabe mal). Y ya estaba harto de trabajar par los amigos de Moncloa, en este caso ENEL y Acciona, y en contra de las leyes del mercado (en las que sólo creo con alfileres, que conste).
Porque lo más grande que ha hecho Conthe en la mañana del lunes es dimitir. En la izquierda, mejor, en el progresismo español, se sigue el principio de que jamás se debe presentar la dimisión porque corres el riesgo de que te la acepten. Es el primer alto cargo de la Administración socialista (sí, es un órgano regulador, pero nombrado por el Gobierno) que presenta su dimisión. Heroico, oiga usted. En el progresismo español ni dimite nadie ni se limitan los mandatos, especialmente del Presidente. Aznar, un personaje que no me cae nada simpático, hizo pocas cosas buenas, pero una de ellas fue demostrar que no sentía tanto apego por el poder: dijo que se marchaba en ocho años y en ocho años se marchó, aún a costa de romper a su propio partido. ZP, por contra, ha decidido que lo mejor para no limitarse es no ponerse límites. Como hizo Felipe González.
No sólo eso. Con su valeroso gesto, Conthe ha propinado la tercera bofetada a ZP. La primera se la propinó José Montilla, cuando destrozó el pacto ZP-Mas, y no aceptó que el líder convergente se colara en la Presidencia de la Generalitat.
El segundo cachete se lo propinó ETA, que dialogó, un 30 de diciembre, en la Terminal 4 de Barajas, con el resultado de dos muertos. Hacerle eso a ZP, que quiere pasar a la historia como el pacificador de Euskadi.
Y ahora Conthe, que no acepta la chapuza interventora. Y ojo, porque su dimisión pone en berlina, no sólo a Solbes, sino al propio Presidente del Gobierno, en el escenario internacional. Sólo ha salido al trapo, cómo no, Fernández de la Vega, para quien la dimisión de Conthe es "personal". Y lo ha dicho sin despeinarse.
Eulogio López