• Ninguna entidad española ha tenido problemas.
  • Aunque bien mirado, nadie tendrá dificultades en ningún país.
  • Esta oposición es más suave que la anterior.
  • Sistema Bolonia: más que suspensos se ponen deberes, a la espera de que el BCE tome el relevo.
  • Y otra diferencia con las anteriores test: la discreción. 

El ministro de Economía, Luis de Guindos, sabía de lo que hablaba este viernes, después del Consejo de Ministros, cuando ha dicho que no espera ninguna sorpresa en los test de estrés sobre los bancos españoles. El ministro debería haber añadido, no que espera, sino que sabe que ninguna entidad española tendrá problemas de capital en las pruebas del Banco Central Europeo (BCE) y que no será necesario, en consecuencia, ningún tipo de reestructuración de capital. Guindos sabe también que estamos ante unas pruebas de solvencia muy suaves, que nada tienen que ver con las anteriores (tres en el caso de los bancos españoles y dos en el caso de los europeos).

En esta ocasión, Europa ni suspende ni aprueba, como en los otros test de estrés, cuyos resultados, que ponían nerviosos a más de uno, hacían temblar las estructuras. Simplemente, impondrá deberes. Sistema Bolonia: no se aprueba con exámenes sino con trabajos. Y eso es lo que va a pasar, por este orden, con los bancos holandeses, italianos y franceses, que sí tienen problemas de recursos propios y que sí han tenido broncas con el tribunal.

La explicación es relativamente sencilla. El BCE, que debía haber tomado ya las riendas de la inspección y supervisión, se dedicará a fondo a esas tareas a partir del próximo 1 de enero, cuando asumirá un poder efectivo en esos aspectos sobre el 80% del sistema financiero europeo. Será entonces cuando se empeñará a fondo. Y ese momento no ha llegado. En vísperas, cuantos menos jaleos mejor.

¿Por qué adelantarse ahora Eso explica también que el BCE haya optado por la suavidad en vez de por la exigencia. Lo que va a decir a los bancos holandeses, italianos y franceses es que espabilen, nada más.

Hasta ahora, el gran problema era los recursos propios y, para superarlo, se pedía a las entidades que pasaran a la acción. Es decir, que recurrieran a interminables ampliaciones de capital si no cubrían el coeficiente de recursos propios. Esta vez el BCE no hará lo mismo. Su mensaje será de guante blanco y muy discreto: espabile.

Ahora bien, la cosa cambiará a partir de enero, cuando la autoridad monetaria que preside Mario Draghi (en la imagen) tendrá un control directo sobre la inspección y supervisión de los bancos.

Mariano Tomás

mariano@hispanidad.com