Un párroco responde a uno de mis artículos. Se lo agradezco de corazón. Y tiene mucha razón: abrir los templos 24 horas no es tan sencillo: vivimos una era de cristofobia, de una persecución institucionalmente educada y muy violenta en la práctica. El Mundo no quiere destruir a la Iglesia, aunque azuza a la turbamulta para que lo haga por ella. No, el poder político, económico e informativo, no quiere ya aniquilar a la Iglesia, lo que quiere es conquistarla y reducir la caridad a filantropía, la fe a un cierto sentido numinosos (hoy mismo he leído las declaraciones de un personaje que se confesaba ateo pero espiritual, por lo que he deducido que cree en Casper el fantasmita), la moral, el civismo y la pureza en higiene. Dice don José que para abrir los templos 24 horas se necesitarían católicos juramentados. Estupendo: los encontrará, pero es usted quien debe tomar la iniciativa. Usted proponga, que no le faltarán ni medios ni mesnada. Yo diría que el panorama de la pastoral moderna se parece al que describía Clive Lewis, en el personaje de aquel párroco imaginario que, tras año de aguar la fe para hacerla asequible a una audiencia presuntamente incrédula era él quien escandalizaba la feligresía por su falta de fe. Además, ya sabe usted que la sangre de los mártires... Lo que me resulta más difícil de aceptar es eso de que los feligreses deben tomar la iniciativa. Que no, don José, que no. Sea usted sincero consigo mismo. Ustedes, los sacerdotes, que se la juegan en primera línea, ciertamente, no son muy dados a aceptar consejos de laicos... ni tan siquiera en materia propia de laicos. Por ejemplo, en periodismo. No me diga, por ejemplo, que debe ser el penitente quien persiga al confesor. Primero porque ése no parece el plan de Dios, y porque usted sabe perfectamente que lo difícil hoy no es que el cura confiese sino que el seglar encuentre un cura para confesar. Llevo años especializado en perseguir a los curas en las sacristías para que se sienten en la celda de madera y, salvo contadas excepciones, sólo me topo con excusas. Incluido el truquito de no confesar durante las misas y dejar cinco minutos entre eucaristía y eucaristía. Créame, don José. Soy perfectamente consciente de que ser sacerdote hoy es ser un bicho raro. Pero puede servirle, no de triste consuelo, sino como solidaridad de clase, que los periodistas que nos confesamos católicos también somos bichos muy raros, así como los profesores que no creen en las clases neutras, o los médicos que se atreven a decir que todos los anticonceptivos -todos- que hoy están en el mercado son abortivos, y los políticos -en este momento no recuerdo ninguno pero ya me vendrá algún nombre- que se atreven a introducir la cosmovisión cristiana de la vida en el programa político de su partido, o la mujer que se atreve a tener el cuarto hijo. Créame, Hispanidad no es rara entre los confidenciales de Internet por sus teorías acerca de la especulación en los mercados financieros -y le aseguro que tal postura es extrañísima en el muy profesional periodismo económico actual-. Hispanidad resulta más rara que un perro verde porque, siendo un confidencial económico y político, habla de Cristo. Y eso que, por lo que a mi respecta, fundador y director del engendro, tiendo a más bien a cobarde. Y se lo aseguro: usted está menos sólo de lo que cree. Le acompaña Él, y le acompañamos otros muchos. No abrir los templos 24 horas es tarea ardua y arriesgada: por eso debemos hacerlo cuanto antes, y lo de multiplicar las horas de confesionario y el número de eucaristías lo mismo. Y la tarea es urgente, porque me temo que se nos termina el tiempo. Eulogio López eulogio@hispanidad.com
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Tiempos de persecución
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