La corrección política alcanza cotas nunca vistas. El juicio contra el juez Fernando Ferrín comienza ahora su fase de vista oral.

El fiscal le acusa de un delito de prevaricación permanente, por solicitar pruebas periciales, al tiempo que por la vía de la Administración Judicial, el CGPJ, controlado por el PP, le golpea una y otra vez.

En pocas palabras, se le juzga por la denuncia de una pareja de lesbianas. Ferrín consideraba que el hijo de una de ellas -madre biológica- sería educada mejor por su padre, a quien le otorgaba la custodia, que por una lesbiana y su pareja homo. Opinión que, al parecer, es prevaricación gravísima.

El fiscal ha llegado a más y exige que Fernando Ferrín indemnice a nuestra buena lesbiana, por los daños morales causados, porque es persona sensible. Es muy probable que Ferrín sea expulsado de la carrera judicial.

Lo de Ferrín no es un juicio, es una advertencia para todo aquel que se atreva a contradecir lo ambientalmente correcto, que son los deseos del lobby gay de hacerse respetable por la fuerza de tribunales y policía. Y, sobre todo, es una advertencia, una amenaza para que no haya más jueces que se atrevan a retar a la tiranía gay, aunque esta perpetre la bestialidad de que un niño sea educado por dos bolleras.