Los miembros de la Iglesia, en contra de lo que algunos han manifestado en los medios de comunicación, nunca se han sentido perfectos y sin errores, porque son hombres y mujeres, y por tanto sufren las situaciones que se derivan de su naturaleza humana inclinada al pecado.
La perfección y grandeza de la Iglesia, no viene de las personas que la componemos, sino de la raíz de la que partimos: El mismo Dios.
Su perfección y grandeza viene de Jesús, el Hijo de Dios, que nos indica el camino hacia la Verdad y la Vida.
La Iglesia, a lo largo de los siglos, ha pasado por situaciones muy difíciles, pero éstas han servido para revitalizarla y lo mismo pasará ahora.
Tenemos que sentirnos esperanzados y, aunque dolidos por lo que ha ocurrido, debemos seguir manteniéndonos firmes y unidos en la fe y en la oración.
Estamos convencidos de que la fuerza de Jesús Resucitado nos impulsa y ayuda a seguir trabajando por un mundo mejor.
Movimiento Familiar Cristiano