Blair intenta pasar de primer ministro inglés a presidente de la Unión Europea y a profeta universal. Por tanto, está obligado a hermanar a cristianos y musulmanes, como primer paso para aplicar, supongo, una religión universal, un credo que nos hermane a todos, atándonos en las tinieblas... quiero decir, buscando lo que une y rechazando lo que nos separa. Especialmente bellas resultan las siguientes palabras de su alocución en Georgetown: Jesucristo fue un judío que dio nacimiento al cristianismo. El Santo Profeta estaba sumido en el estudio de los libros de la Biblia y fue escogido para recitar el Corán. Cada cual fue hecho sentirse un extraño. Cada uno estaba en contra de la enseñanza convencional de la época. Cada uno creyó en el atractivo universal de Dios para la humanidad. Cada uno fue un hacedor de cambios.
Y esto es bello e instructivo a pesar de que Cristo repitiera una y otra vez que no había venido a cambiar la ley sino a llevarlas hasta su consumación, sin cambiar una tilde. Pero es igual: Cristo y Mahoma son dos almas gemelas.
Y aún más interesante porque Cristo -el de el Padre y yo somos uno- resulta que era un revolucionario que estaba contra el esquema convencional de la época. ¿Qué evangelio leerá mister Blair?
En cualquier caso, cuando has vivido en el número 10 de Downing Street se siente la necesidad de ideas innovadoras: por ejemplo, la de hacerle decir a Cristo lo que nunca dijo y hacerle ser lo que nunca fue. Todo sea por la estabilidad política.
Por lo demás, la idea de Blair es originalísima, como podrán ustedes entender, y no se ha aplicado nunca. Dicen que los ex presidentes son como los jarrones chinos: objetivos preciosos que nadie sabe dónde colocar. Es falso: son objetos preciosos que nadie sabe cómo hacer callar. La experiencia es muy locuaz.
Eulogio López
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