Por otra parte, no hacía falta la excursión a Escocia para caer en la cuenta de la hipocresía nacionalista: no hacía falta porque las dos preguntas de Artur Mas (en la imagen) para el referéndum -perdón, consulta- del día 9, no admiten lugar a dudas: no es una encuesta ni una consulta sin validez jurídica. O si lo prefieren, es ambas cosas pero el objetivo último consiste en demostrar que los catalanes quieren ser independientes y hay que hacerles caso.
Por otra parte, Oriol Junqueras quiere retrasar las elecciones todo lo posible. Claro, si es que a los de ERC eso de gobernar les asusta mucho. Y si les obligan a hacerlo, no gobernarán, dirán que Madrid no les deja porque les roba, no le trasfiere el dinero necesario. No, lo que Junqueras pretende es mantener la agonía. Retrasar las elecciones cuanto más, mejor. Que el Ejecutivo central continúe negando la consulta a los sufridos catalanes.
Dicho todo esto, ahora es cuando Mariano Rajoy debe mover ficha. Por dos razones: ya ha quedado claro que no habrá referéndum el 9 de noviembre (salvo que la locura de Artur Mas alcance cotas de paranoia). Además, en Escocia los independentistas han perdido y aunque el problema no haya hecho más que empezar políticamente se ha desactivado.
Ahora sería el momento de tenderle la mano a Artur Mas (insisto, si su locura todavía es reversible, confío en que sí) y abandonar la monserga de que nada se puede hacer porque nada es legal: pues cambia la ley, Mariano y en paz, que para eso eres presidente del Gobierno.
Este es el momento para desinflar el globo independentista y la mística de la locura que ha invadido a muchos catalanes. Para los españoles de aquella zona la independencia nunca fue una convicción y ahora se ha convertido en una obsesión.
Insisto, todo lo anterior, claro está, será aplicable sólo en el caso de que Artur Mas no insista en tensar la cuerda y convocar el referéndum. En ese caso, retiro lo dicho. Que Rajoy se guarde su generosa mano para más adelante
Eulogio López
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