Nueva incursión cinematográfica del romance de origen céltico popularizado por el compositor Richard Wagner en su ópera homónima. 

 

El relato nos traslada hasta el s. VII. Inglaterra está dividida en pequeños reinos enfrentados que no pueden hacer frente al enorme poderío del ejército irlandés. Tristán es un joven guerrero que ha sido criado (tras al asesinato de sus padres) por el honorable e inteligente Lord Markus, que aspira a unificar todas las tierras británicas. Tristán resulta herido, tras una escaramuza irlandesa, y dado por muerto por sus compañeros. Siguiendo la tradición, su cuerpo es colocado en una balsa y quemado en alta mar. Pero, milagrosamente, Tristán llega vivo a las costas de Irlanda y es curado de sus heridas por la bella princesa Isolda, la hija del Rey. Durante su recuperación ambos jóvenes se enamoran, desconociendo sus orígenes. Meses más tarde, Tristán, totalmente ignorante de la identidad de su amada, participa en nombre de Lord Markus en un torneo cuyo trofeo para el ganador es la mano de la princesa Isolda

 

Para los que desconozcan el romance narrado por Gottfried von Strassburg, la historia de amor imposible entre Tristán e Isolda recuerda más la artúrica de Ginebra y Sir Lancelot que la shakespeariana de Romeo y Julieta.  Puesto que nos encontramos ante un amor adúltero que provoca el remordimiento

 

Aunque nada novedosa en su argumento, Tristán e Isolda tiene a su favor una excelente recreación de época y una más que estimable puesta en escena  de batallas  y duelos de espadas (hay que recordar que el director Kevin Reynolds fue también el responsable de otra película de época como Robin Hood. Principe de los ladrones). Por el contrario, lo que resulta más flojo de este largoemtraje es la actuación del atractivo, pero totalmente insulso, James Franco (Harry Osborn en Spiderman) que, posiblemente, será un buen reclamo de taquilla para las jovencitas pero a quien le queda grande el papel del héroe clásico.

 

Para: Los aficionados a las películas de la época medieval y  románticos, en general, que se conformen con un relato tan sólo correcto.