El punto más candente: que el Ministerio de Exteriores se convierta en Secretaría de Estado. El Gobierno central se convertiría en subsidiario de las comunidades autónomas. La respuesta de Rubalcaba ha sido que lo dejen para la próxima legislatura. CiU, mucho más montaraz que ERC, tras fracasar su plan de convertirse en aliado del Gobierno, intenta forzar elecciones anticipadas en Cataluña. Zapatero, entre el felipismo y Maragall, se rinde a la evidencia: a lo mejor hay que aprobar el Estatuto con el voto en contra de CiU. Cualquier cosa, menos anticipar elecciones
CiU no se conforma con lo que llama limosnas. Por ejemplo, de la que hablamos ayer en Hspanidad.com: que un personaje que es casi de los suyos, Alfredo Pastor, sea el futuro gobernador del Banco de España. La gran apuesta de Artur Mas y Durán Lleida, sustituir a ERC; tanto en Cataluña como en el Gobierno central, como aliado de Zapatero, se ha desvanecido. Porque en el PSOE tiene claro que unas elecciones anticipadas, tanto en Cataluña como en España, sería un suicidio.
Por eso, Mas está en actitud montaraz. El Estatut le ha servido para resucitar el cadáver político en el que se había convertido, pero no está dispuesto a que la resurrección le mantenga en la oposición por mucho tiempo. Por mucho que amenace Carod-Rovira, ERC no quiere nuevas elecciones, entre otras cosas porque jamás, ni en la II República, tuvo tanto poder como ahora ni tantos cargos para repartir.
Pero CiU no. CiU no está dispuesto a acepar un Estatut aguado, lo que quiere es forzar esas elecciones con nuevas reclamaciones, imposibles de aceptar. Por ejemplo, hasta el impasible Alfredo Pérez Rubalcaba, comisionado por el Gobierno para lograr, antes del 31 de enero, un nuevo Estatut al precio que sea, se quedó de piedra, cuando los nacionalistas catalanes que no los independentistas- irrumpieron en la negociación con una apelación a correcciones semánticas. Cuando se les preguntó en qué consistía la novedad, plantearon algo muy aparecido a lo que en su día Manuel Fraga llamaba la administración única.
En pocas palabras, los nacionalistas quieren que sólo aquellos ministerios que tengan competencias reales en todo el Estado español, sigan siendo ministerios. El resto se podrían convertir en meras secretarías de Estado o direcciones generales, con criterio de subsidiariedad, sólo que al revés: aquello de lo que no se ocupe la Generalitat, se ocupa el Estado central. Los nacionalistas ponen siempre el mismo ejemplo : no debe existir Ministerio de la vivienda, basta con una Dirección General de la Vivienda, dado que las competencias están trasferidas. Ya saben, cambio de nombres, pura semántica. Algo similar propuso en su día Manuel Fraga, cuando se hermanó con Fidel Castro para escándalo de las nuevas generaciones del Partido Popular, en aquellos felices tiempos en los que coqueteaba con Fidel Castro y en la calle Génova le llamaban el abertzale gallego
Educación, Sanidad, Vivienda, Fomento, son candidatos a este tipo de adelgazamiento brusco, pero el ejemplo más llamativo exhibido por CiU ha sido el de la conversión del Ministerio de Asuntos Exteriores, es decir, de la diplomacia española, en una Secretaría de Estado de Extranjero. Es decir, que la Generalitat pasaría a tener competencias en política exterior; tal y como soñaba Jordi Pujol, ahora sueña Pasqual Maragall.
Los nacionalistas aluden a las famosas leyes de Parkinson: todo organismo público tiende a poseer un número de funcionarios inversamente proporcional al número de competencias que desarrolla. Parkinson ponía un ejemplo que se ha convertido en un clásico. Cuando el Reino Unido dominaba medio mundo y constituía el mayor imperio conocido, el Ministerio británico de las Colonias ocupaba una segunda planta en un inmueble de Londres. Cuando el imperio británico se redujo a unos cuantos archipiélagos, el Ministerio de las Colonias ocupaba un inmenso edificio con cientos de funcionarios dedicados a gestionar pensiones de antiguos combatientes, etc. En España no se ha perdido un imperio, pero sí es cierto que se han cedido muchas competencias y la plantilla del Estado central no se ha reducido al mismo ritmo.
Rubalcaba se ha negado a tratar siquiera el asunto. Como dice un socialita incurso en las requetecomplicadas negociaciones con el llamado cuatripartito, es más fácil negociar con los nacionalistas vascos que con los nacionalistas catalanes, porque los vascos quieren separase de España, pero los catalanes quieren controlar España.
Naturalmente, el PSOE no está dispuesto a hablar de la Administración única y de subsidiariedad inversa, pero ha tomado nota de tan desproporcionada reclamación: ahora saben que CiU, que no ha conseguido sustituir a ERC como aliado del PSOE es mucho más montaraz que los independentistas y sólo desea una cosa: elecciones anticipadas que les devuelvan al proscenio político. Sus encuestas dicen que, por fin, han remontado, aunque también afirman que el PSC se mantendría o incluso subiría. La línea ascendente de ERC se ha truncado, y creen que podría replantearse la alianza de Gobierno que en su día pretendieron para la Generalitat: CiU-PSOE. Y si Maragall no está, incluso con Mas como presidente de la Generalitat.
Zapatero, informado de todos los pormenores, e intentado la casi imposible tarea de evitar una rebelión felipista en el PSOE y al mismo tiempo contentar a Maragall, ya se está planteando la posibilidad de que el Nuevo Estatut surja, no ya sin el PP, sino también sin CiU.