Belloch, hombre de juicio sosegado y sin prejuicios, edil de la ciudad del Ebro, en la que la Pilarica es todo un símbolo, brilla como ejemplo en el que deberían fijarse aquellos gobernantes que gobiernan sólo para un sector ideológico y olvidan a una parte importante de la sociedad, incluso a muchos de sus votantes:

Sr. Director:

La decisión de dedicar una calle de Zaragoza a San Josemaría Escrivá de Balaguer ha originado una razonable polémica entre sectores progresistas. Pero algunas de las críticas incurren en un clamoroso error de concepto. Así, por ejemplo, el profesor Rodrigo Sánchez, escribía en estas mismas páginas que «al santo aragonés () le pone una calle un ayuntamiento socialista, dejando por el 'camino' un reguero de sombras sobre los modos de utilizar e interpretar el pasado, y a sus votantes, parte de las izquierdas zaragozanas, desnortadas».

El que yo presido no es un 'Ayuntamiento socialista', sino el Ayuntamiento de Zaragoza, una ciudad plural, con cinco fuerzas políticas representadas en la Corporación y donde la fuerza mayoritaria -que somos los socialistas- gobernamos en minoría, en coalición con un partido que no es de izquierdas. No me quiero escudar en los porcentajes electorales para justificar ninguna decisión, pero sí creo que el asunto que ha generado esta polémica no puede ser nunca visto como una cuestión interna de la izquierda. Las calles son de todos. También de aquellos que no piensan como nosotros.

Y precisamente por el alto valor simbólico y pedagógico que tienen las decisiones sobre la nomenclatura de los espacios públicos es por lo que estoy convencido de que debemos adoptarlas con amplitud de miras, distinguiendo lo que es relevante, practicando la tolerancia y celebrando todo aquel que haya aportado a nuestra ciudad proyección internacional.

Escrivá de Balaguer cumple sobradamente esos criterios como santo de la Iglesia Católica, su condición de aragonés, su vinculación con la ciudad de Zaragoza y su indiscutible -aunque ciertamente discutido- carácter de importante figura histórica del siglo XX, como demuestran las 42 calles y plazas que tiene dedicadas en ciudades de 13 países del mundo, o las Universidades creadas bajo su impulso.

Las opiniones personales que cuestionan su obra y su figura no significan necesariamente que no sea adecuada su inclusión en nuestro callejero, que correría el riesgo de quedar semivacío si sometiéramos a sus titulares al mismo escrutinio en relación con nuestras convicciones ideológicas individuales.

Puedo estar equivocado, desde luego. Pero no hay ninguna sombra en esta decisión ni en la forma en la que el alcalde y su Gobierno miran al pasado. Todo lo contrario. Hay luz, luz para respetar y aceptar. Yo entiendo el mandato que los zaragozanos me han dado para ser alcalde de Zaragoza en el sentido de impulsar una ciudad en la que todos nos sintamos reconocidos en algún momento. Una Zaragoza abierta y de todos.

Es lo que creo como alcalde de todos los zaragozanos, pero no a costa de mis ideales socialistas -como algunos dicen estos días-, sino precisamente como expresión de los mismos. Sé que hay muy diversas sensibilidades en mi partido y en la izquierda en general. Pero la mía no es ni menos respetable ni menos progresista. Y, además, estoy seguro de que no es minoritaria. Porque creo en un socialismo que aspira a construir la justicia y el progreso social en una perspectiva integradora, dialogante y antidogmática. Sin axiomas excluyentes ni revanchas (Juan Alberto Belloch. El Heraldo de Aragón. 2-3-2009).

Keka Lorenzo de Astorga

kekalorenzo@gmail.com