Sr. Director:
El liberalismo tiene como fin el progreso de las personas. Para ello, y en una larga tradición intelectual, que ancla sus raíces en la filosofía escolástica, defiende los derechos de la persona, el poder limitado de los estados, el respeto a la propiedad privada y los mercados libres.
El punto de partida del progreso se consigue gracias a la iniciativa individual, al afán de prosperar que tienen todas las personas, unida paradójicamente al hecho de que los bienes de este mundo son todos ellos escasos. Así, para progresar, las personas ponen a disposición de la sociedad sus bienes (incluyendo su trabajo), y a través de intercambios (hoy en día, evidentemente, compramos y vendemos) conseguir otros que les son más provechosos. Para el liberalismo, los intercambios son justos si se hacen libremente (en ausencia de coacción) y en un contexto de igualdad ante la ley.
Es importante resaltar aquí que el proceso de libre mercado genera bienestar en cualquier caso, porque no es un juego de suma cero, sino uno en el que las dos partes intervinientes (ofertante y demandante) ganan; cualquiera, al comprar algo, considera que está mejor con la compra y sin el dinero, porque si no, no lo habría comprado.
Igualmente es importante destacar la función social de este proceso, puesto que para que se produzca el intercambio (o la compra), el bien que se ofrece debe ser considerado como necesario, o bueno de algún modo, por los demás. Por lo tanto, en cada uno de los miles de intercambios que se producen, la sociedad mejora, ya que es la suma de los que intervienen en los intercambios, y éstos mejoran con ellos. Además, con este planteamiento es justo hacerse rico, ya que eso quiere decir que se ha sido eficiente en satisfacer las necesidades de los otros.
Así el Liberalismo ha sabido dar respuesta a los impulsos de mejora y libertad de la naturaleza humana, y por ello tiene éxito en lograr el progreso de las personas y de las naciones. Sin embargo en el Liberalismo no hay respuestas a las inquietudes morales y de espiritualidad de los hombres; esas hay que buscarlas principalmente en las religiones. En nuestro caso, tenemos la inmensa fortuna de que nuestra religión es el Cristianismo, que tiene como fin el progreso espiritual de la persona hasta llegar a Dios, siempre a través de la Caridad, es decir, del amor a los demás.
Por tanto, ya que somos cuerpo y alma, individuo y sociedad, si a nuestro cristianismo unimos el liberalismo, ¿no conseguiremos altas cotas de progreso espiritual y material?
Parece que sí. Los países que más han prosperado son aquellos cristianos en los que se han desarrollado sociedades liberales. Claro que esto no es una demostración, pero sí una buena pista. A no ser que creamos en este tipo de casualidades.
Recomiendo leer el trabajo Algunas reflexiones sobre el liberalismo y el cristianismo, por Alberto Benegas Lynch.
Paloma Insa Évora
palomaie@yahoo.es