Durante el periodo 1980-2000, el mundo creció al 3,2% en tasa anual. Los países del área OCDE lo hicieron a un 2,9%, mientras la media mundial se quedó en ese 3,2%. Desde el comienzo del siglo hasta el inicio de la crisis (2000-2007), el mundo creció al 4,5%, sólo que los emergentes lo hacían al 6,6% y los avanzados al 2,65%. Durante la crisis, probablemente lo más significativo, el crecimiento mundial fue del 3,2%, pero Occidente casi se estanca (0,7%), mientras los emergentes crecían un 5,4%, es decir, que casi no sufrieron la crisis.
Son cifras del Fondo Monetario Internacional (FMI) y, ojo, no utiliza el contraste entre el mundo rico y el pobre sino entre el mundo rico y los nuevos ricos, los emergentes.
Así, quien asegura que estamos ante una crisis que ha afectado a los ricos se frotan las manos. Ahora bien, los países emergentes lo son, no lo olvidemos, porque han logrado competir, en su mayor parte a costa de salarios de miseria y de explotación de sus trabajadores. Recuerden que cuando China levantó el vuelo, el salario medio -medio, no mínimo- era el equivalente a 100 dólares al mes.
Hoy, China se ha convertido en la primera potencia mundial, pero los chinos se lanzan a ser explotados por todo el mundo, porque siempre se vive mejor explotado en España que esclavizado en China.
En definitiva, la globalización consiste, al parecer, en competir en un mercado mundial a costa de las condiciones de vida del hombre. Ya saben, la economía va bien pero las economías particulares marchan fatal.
Eulogio López
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