Cedió Irlanda: los referenda de anexión o secesión son una burla de la voluntad popular. Europa no se gobierna, se gestiona. Al final, se trata de una diarquía: París y Berlín mandan en 27 países. El nuevo espíritu de la Europa pagana: si no abortas, eres un fascista

Es lo que tienen los referenda de corte fundamental unionista o separatista-, como el celebrado el viernes en Irlanda sobre el Tratado de Lisboa: muchos ´noes´ no valen lo que un sí, o al revés. Eso desvirtúa el carácter democrático de un referéndum, hasta convertirse en una verdadera burla de la voluntad popular. Cinco noes en otros tantos referéndum por la independencia de Euskadi mantendrían al País Vasco en España, pero un sólo sí provocaría la independencia y ya no se convocaría otro referéndum.

Lo mismo ocurre con la consulta irlandesa: Años atrás, Irlanda dijo no a la integración en una Unión Europea vía Tratado de Constitucionalidad de Giscard DEstaing; un año atrás dijo "no" en referéndum al Tratado de Lisboa. ahora ha dicho sí y ya no se volverá a celebrar consulta alguna.

En cualquier caso, el 67% de los irlandeses han dicho sí y el tinglado de la antigua farsa puede continuar. Aclaremos algo: la diferencia entre el Tratado del tenebroso Giscard y el Tratado de Lisboa no es más que un acuerdo de corte tecnocrático para que la Unión Europea continúe adelante.

Esta es la cuestión. El Tratado Constitucional de Giscard, con su tufo masoncete, planteaba una Europa pagana, ajena al Cristianismo que le dio vida, pero era, nadie puede dudarlo, una Constitución, es decir, un texto fundacional de una nación, un conjunto de derechos fundamentales. El Tratado de Lisboa no es más que un conjunto de normas para poder gestionar un presupuesto común. Es decir, estamos ante un texto tecnocrático: es Europa no se gobierna, se gestiona, y la Comisión Europea y los líderes Europeos no forman un Gobierno, en tal caso un gestierno.

Además, El Tratado de Lisboa consagra una especie de diarquía de París y Berlín, de Sarkozy y Merkel, que imponen su criterio a 27 países.

Vamos con el derecho a la vida. Los obispos irlandeses han podido decirle a su grey que el Tratado de Lisboa no permite el aborto por lo que puede ser votado. La premisa es correcta, pero podríamos extraer la conclusión opuesta: no defender explícitamente la vida desde la concepción hasta la muerte es abrirle la puerta al aborto y a todas las aberraciones que conlleva.

Recuerden que la degeneración jurídica del Viejo Continente ha llegado a tal extremo que lo que temían los irlandeses era que se le obligara a promocionar el aborto desde las instituciones europeas, que es, exactamente, lo que se hace en la UE con cualquier país remiso a asesinar a inocentes. Sin ir más lejos: Polonia. Ya sabes si no abortas eras un fascista. Este es el lema que reina en Bruselas. Por tanto, el miedo de los pro-vida irlandeses está plenamente justificado. Y sin derecho a la vida, no existe Estado de Derecho.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com