Sr. Director:
Los que nos dedicamos al periodismo, y los que le valoran realmente, sabemos que hay medios lícitos y justos para conseguir la noticia o ganarnos nuevos lectores. Nuestro ingenio y creatividad se plasman en la belleza, amenidad y profesionalidad con que componemos nuestras redacciones y en la búsqueda, por medios siempre honestos, de noticias que ayuden al ser humano a apreciar y juzgar los acontecimientos actuales. Nuestro trabajo está ordenado al bien común, no al egoísta y vanaglorioso deseo de ganarse una exclusiva a base de engaños, trampas, atosigamiento de vidas privadas o corrupciones.
El 28 de enero, la versión diaria italiana de «LOsservatore Romano» calificó de «innoble exclusiva» la investigación publicada por el semanario italiano «LEspresso» en la que un periodista se hizo pasar por penitente en los confesionarios para poner a prueba a los sacerdotes. Tras recorrer 24 iglesias de Turín, Milán, Roma, Palermo y Nápoles realizó una crónica en la que el falso penitente compara las respuestas de los sacerdotes en materia de eutanasia, droga, pederastia, prostitución, etc.
Más allá de la ofensa al sentimiento religioso de los cristiano-católicos y del ultraje sacrílego del Sacramento de la Reconciliación, se nos plantea una vez más un principio de vital importancia para todos los que tenemos la labor informativa y de orientación de los ciudadanos: jamás será moralmente válido ni éticamente lícito valerse de medios corruptos, a base de engaños, mentiras y trampas, para conseguir una nota de prensa prescindible ordenada por el prurito vanidoso que se esconde en el afán de ganarse una exclusiva que, además, en este caso, tiene poco de original. Nuestro trabajo debe estar ordenado a formar, iluminar, dar criterios para discernir, perfeccionar al ser humano; y esto se logra cuando la moralidad de nuestros actos, en este caso de la labor que compete al periodista, han estado totalmente impregnados por el bien global que persiguen.
Jorge Enrique Mújica
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