Disculpe que lo titule así, pero es la indignación que me provocan sus palabras la que me obliga a ponerle en su sitio.
Hasta ahora disfrutaba con los artículos diarios de Hispanidad.com, pero me estoy replanteando su lectura ya que, si todos se redactan con la misma falta de contraste y verificación de las afirmaciones vertidas como la que descubro en éste suyo, no son dignos del tiempo que les dedico.
Supongo que usted no tiene una madre, como tengo yo, con 76 años de edad, viuda desde hace 32 , que ha trabajado como una mula para sacar a sus dos hijos adelante y que, al cabo del tiempo, ha conseguido unos pequeños ahorros (le hablo de menos de 60.000 €) que le permitirían afrontar su ancianidad con un poco de tranquilidad. Pues bien, en la oficina bancaria "de toda la vida", donde ya conocían su tradicional aversión al riesgo, a la hora de recolocar su IPF le sugirieron un producto "con las mismas garantías" pero con un poco más de interés (apenas un punto porcentual). La respuesta, la de siempre: "como tú veas hijo". Ese "hijo" (omito las dos siguientes palabras), siguiendo instrucciones de su superioridad, rehén de sus pluses de fin de año, le metió a mi señora madre "gato por liebre".
Lo mismo le ha sucedido a otro familiar, el cual pidió claramente una IPF, una imposición a plazo fijo, y le colocaron una preferente.
Eso, señor mío, es una estafa en toda regla. El problema es que no han estafado a mi madre, sino a la madre de muchísimos españoles y, claro, la cosa canta.
No digo que lo tengan que pagar todos los españoles, ¡hasta ahí podíamos llegar!... pero sí que procede ofrecer justicia a todos esos damnificados. Y se pueden detectar fácilmente... no hay más que rastrear cuál es su sistema de ahorro. Y, por favor, a la cárcel de una puñetera vez con todos los ladrones de guante blanco. Ya está bien de amnistías y tomaduras de pelo
Todo sea dicho con la máxima acritud.
Carlos J. Ordás