El nuevo vídeo presentado por el PSOE para la campaña electoral a las elecciones europeas presenta a unos seres detestables como votantes de la derecha, cierto que desde el punto de vista del marketing está muy bien hecho.
Dan la imagen que quieren dar aunque esa no tenga nada que ver con la realidad y muestran lo que son y hasta donde llega su mediocridad.
Aunque muchos puedan sorprenderse de que el primitivismo ideológico haya vuelto en ocasiones a los niveles de los Años Treinta. De que todo esfuerzo por pretender al menos una cierta honestidad intelectual haya desaparecido en profundidades abisales. Tengo la sensación que, en realidad, la población española se pasa todo el año consumiendo propaganda socialista en todas las series televisivas nacionales y la inmensa mayoría de los programas de entretenimiento. Ese es el vídeo de decenas de miles de horas que se emite ininterrumpidamente por las cadenas públicas y privadas.
La mediocridad como signo de identidad, desconfianza y resentimiento hacia la excelencia, culto a la comodidad, la radical división ideológica entre la bondad izquierdista y la maldad de la derecha y, por supuesto, la lucha constante contra el hecho religioso, el católico, por medio de la caricatura y la ridiculización, del insulto y la manipulación de textos, hechos y medias verdades.
No olvidemos que el poder socialista paga a los productores de cine y televisión, cuenta con la simpatía o el miedo de la mayoría de las cadenas y maneja para ello el dinero público sin complejos y ha dado patente de corso a su tropa de la Ceja. Hace tanta propaganda durante todo el año que hasta para ellos debe ser difícil inventar algo especial para una campaña. Tal vez por eso no hayan sido capaces de hacer algo mejor, que volver a sacar al perro.
Ésta debe ser la causa de que el vídeo sólo tiene como novedad una radicalización del mensaje del odio, dentro de los cánones de manipulación de la palabra ajena y de los mensajes del enemigo. En resumen, Sr. Director, el zapaterismo va mostrando su rostro más auténtico, es por ello que nos preguntamos ¿Qué ha quedado del buen talante del presidente? ¿Ya no interesa ser tan buenísimo?
José Morales Martín
jomomartin@gmail.com