Miles de personas asistieron a lo largo del año, pero especialmente en marzo, a las manifestaciones y concentraciones que se celebraron en toda España bajo un lema común: "Sí a la vida".
Todos compartían la certeza de que hay que defender la vida de todo ser humano desde su concepción hasta el final de la misma de forma natural, como valor supremo que no puede ser violentado gratuitamente. La vida es el derecho primigenio del que nacen todos los demás, y como tal hay que entenderlo y, lo que es más importante, defenderlo.
Que las personas se echen a la calle para ensalzar algo tan obvio como el valor de la vida es un indicador preciso de que vivimos en una sociedad donde algunos pretender implantar como discurso único y pernicioso la cultura de la muerte. Prueba de ello son las políticas que ha impulsado el Gobierno socialista en los últimos años y que parece que quiere morir matando.
Y es que el Ejecutivo, movido por urgencias ideológicas y no por una demanda social, se ha empecinado en aprobar leyes tan controvertidas, cuestionables y polémicas como la del aborto con la intención, no dicha, pero sí constatable, de que el aborto libre puede ser, y de hecho lo es, otro método anticonceptivo. También se ha fomentado un "aborto químico", provocado por la píldora del día después. Y tras el aborto, la Ley de Muerte Digna que no deja de ser una eutanasia encubierta.
Enric Barrull Casals