Es evidente que estamos en una de las peores crisis económicas de la historia moderna y que esta afecta al estado de bienestar que nos estábamos dando y que afectará directamente a la sanidad y a la educación.
Una vez que ya se ha tomado la decisión de meter la tijera en los gastos educativos, pienso que es el momento de estudiar qué aspectos son los más adecuados para ser recortados y cuáles no.
La palabra "eficiencia" -utilizada por el ministro de educación para referirse al objetivo de las reformas- ha centrado el debate en los últimos días. Aunque no es probable que la cuestión terminológica sea la salvación del deficiente sistema educativo español, sí es importante señalar que la eficiencia no está siempre relacionada con los recursos disponibles. Por tanto, no tiene sentido contraponer la eficiencia a los recortes como hace algún medio de comunicación en un titular: "Por qué dicen eficiencia cuando son recortes". Habrá recortes eficientes e ineficientes, como ha habido gastos productivos e improductivos.
Sentada esta premisa, no tan obvia al parecer, procede discutir qué recortes serían los más eficientes en la enseñanza primaria y secundaria. Para ello, el procedimiento más útil es la evaluación de los distintos factores "recortables" según el impacto que tengan en los resultados educativos. A esta tarea se ha aplicado un informe de FEDEA (Fundación de Estudios de Economía Aplicada), que hace un repaso a la literatura científica sobre el tema y calcula un valor de impacto de cada factor (horas de clase, tiempo de estudio en casa, ratio alumno-profesor, número de ordenadores por alumno, nivel socioeconómico del alumno). La principal conclusión apunta al primer concepto: horas de clase.
Jesús Domingo Martínez