- Aunque su problema es otro: la distribución, que amenaza con rebajar la calidad del servicio a corto plazo.
- Y no nos engañemos: liberalización eléctrica significa inflación: subida del precio de la luz.
- La reforma impositiva del 14 de septiembre no ha contestado a nadie y ha conseguido que nadie se fíe del ministro: ni las eléctricas ni los verdes subvencionados.
- Encima, no se tocaron las primas a las renovables -aunque sí la fiscalidad- y las primas a la energía verde continúan disparadas.
El ministro José Manuel Soria (en la imagen) no goza de buena prensa en el sector energético tras la reforma eléctrica del 14 de septiembre. Eso sí, ha conseguido una unanimidad sobre su labor: le odian con igual intensidad las eléctricas y los empresarios de renovables. Estos últimos menos, porque no les ha tocado las subvenciones, que siguen disparadas, aunque, naturalmente, los solares -los más costosos para el erario público, continúan negando la evidencia. En cualquier caso, les ha subido a todos los impuestos, lo cual molesto muchísimo.
Pero, inasequible la desaliento, el ministro pretende ahora la gran reforma de la liberación del sector. No nos engañemos, liberalización es igual a inflación en materia de servicios básicos. Es decir, que cuanto más liberalices más subirá la tarifa de la luz que, en cuanto se aplique la reforma, se disparará.
Y ojo, porque la necesidad más acuciante de la electricidad en España es la distribución, la peor remunerada de Europa y en la que no se invierte porque es jugar a pérdidas. Esta situación de no inversión se prolonga demasiado y podría afectar a la calidad del servicio.
Y todo este capítulo de reformas con un cimiento difícil: tenemos una potencia instalada de 100.000 MW y las puntas de demanda no alcanzan los 50.000 MW. Lo absurdo es estar primando la producción de renovables en este escenario de sobreoferta.
Miriam Prat
miriam@hispanidad.com