¿Es un absurdo nacionalizar la planta de OPEL en Figueruelas y la planta de SEAT en Martorell?

En condiciones normales, sí. Sobre todo, innecesario. En plena crisis -no, lo peor no ha pasado, sólo nos hemos acostumbrado a vivir peor y con menos libertad, pues los impuestos suben y el Estado cada vez es más poderoso- no sólo es una opción aceptable sino incluso aplaudible.

A ver si nos entendemos: la producción automovilística mundial se ha globalizado. Eso significa que ha nacido un oligopolio formado -por el momento- por media docena de marcas donde ante había dos docenas. Dicho oligopolio tiene que cerrar fábrica y, naturalmente como las multinacionales sí tienen patria -allí donde se reúne su Consejo de Administración-, cierra las firmas más alejadas de su matriz, donde para reducir mano de obra tiene que enfrentarse a Gobiernos y sindicatos.

Figueruelas es una planta modelo de OPEL, pero OPEL está quebrada y en venta. Los casi seguros nuevos dueños exigen un recorte de plantilla, no para mejorar la rentabilidad de Figueruelas sino para rentabilizar su inversión. Por eso, ya anuncian que quieren reducir la actividad en un tercio, lo que muy probablemente significará el despido de un tercio de la plantilla aragonesa (7.500 trabajadores) por no hablar de los puestos indirectos, los de proveedores y comercializadores.

En Volkswagen ha triunfado Ferdinand Piëch, el Señor de los Anillos (recibe ese nombre por ser un verdadero coleccionista de esposas: hasta 8 veces ha perpetrado matrimonio) un señor que odia a España en general y a SEAT en particular. Al parecer su odio a nuestro país viene desde que un fallo urbanístico en las islas canarias le privó a su casoplón de la primera vista de playa. Uno comprende que ante tamaña infamia -que diría Rubalcaba- el resentimiento se hay enraizado en el sensible corazón del Señor de los Anillos. En plata, que Piëch, que ahora ya no tiene contrapesos en VW está empeñado en cerrar SEAT.

¿Por qué entonces, sí es posible españolizar y nacionalizar aunque sea para privatizar a renglón seguido? Porque el precitado oligopolio no está dispuesto a vender SEAT o Figueruelas, no quiere más competencia: lo que quiere es reducir la oferta para no perder margen de beneficio. No están mejorando la producción ni el precio, sino optimizando el valor para el accionista... a costa del cliente y del trabajador. Es lo que suele ocurrir con los oligopolios.

En el caso de SEAT el rencor anti-hispano de Piëch es aún más grave por las multimillonarias subvenciones y apoyos que tanto el Gobierno español como la Generalitat catalana han ofrecido a SEAT. Ni que decir tiene que los alemanes apenas se han preocupado de potenciar la marca SEAT con lo que han provocado números rojos de los que -esta vez sí- no dejan de quejarse.

Porque lo que no vale es cambiar una empresa pública por una multinacional privada. Para eso, que la multinacional sea española y que, en lugar de subvencionar a marcas extranjeras se subvencione a marcas patrias, que mantengan el empleo en España así como la innovación tecnológica. Eso, ¿por qué no nacionalizar SEAT y Figueruelas? ¿Acaso no es una forma de nacionalización las ayudas de Nicolás Sarkozy a las marcas francesas Renault y PSA para librarlas de una suspensión de pagos cantada? Pues entonces...

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com