La oleada humana que derribó el muro de Berlín hace veinte años se ha convertido en la fiesta de la libertad celebrada hace unos meses en el corazón de Europa.
Aquel muro cayó, pero no pueden olvidarse los muchos muros que desde entonces se han levantado. Y también ahora se produce esa pasividad que dificulta su denuncia y superación.
Uno de ellos es el muro del relativismo, levantado en nombre del progreso social por los herederos de la ideología que intentó erradicar la identidad cristiana de Europa, con la complicidad de quienes no creen en nada, ni hacen nada para evitarlo. Ese muro no debe esconder la profunda herida que padece una Europa en la que millones de seres indefensos son eliminados con la cobertura de leyes como la que ahora prepara el gobierno Zapatero.
Pero hoy como ayer, otros hombres y mujeres unidos por el ideal de la dignidad humana, siguen en la vanguardia de la defensa de la vida, como ya vimos el 17-O y hemos vuelto a ver el primer fin de semana de noviembre en Zaragoza, donde delegados de treinta país denunciaban lo que en adelante se llamará el mega-genocidio del aborto, en torno al cual se quiere levantar otro muro de silencio y muerte.
La voz de la libertad y de la vida que brotan de la sociedad civil, empiezan a quebrar ese muro y a tejer de manera paciente e incansable una nueva cultura de la vida, de la libertad y de la dignidad humana.
JD Mez Madrid