"Padres ricos, hijos tontos, nietos pobres". Esa es la ecuación habitual que ofrecen los modernos capitalistas para denigrar con ganas a las empresas familiares. Los gestores de fondos son los ecuánimes y neutrales creadores de riqueza frente al favoritismo y los intereses espurios reinantes en las familias que han conseguido triunfar en la empresa o la banca.
Aquí se repite el mismo equívoco de los consejeros independientes frente a los dominicales. Personalmente, pienso que los vocales más independientes de un Consejo de Administración son los dominicales. Representan a accionistas caracterizados y, por tanto, están interesados en proteger su inversión... con lo que protegen a los accionistas minoritarios. Los independientes, por contra, le pasan la mano por el lomo a quien les nombró: al presidente ejecutivo.
Pues lo mismo cuando comparamos a gestores de fondos y empresas familiares. Las familias defienden la inversión que comenzó a su padre y, por tanto, defienden a la empresa. A los gestores de fondos les importa muy poco los trabajadores y los clientes. Lo que les importa es maximizar la versión de sus socios, por lo general millones de inversores, y miran al corto plazo: por ejemplo, a un fondo le viene muy bien cualquier enajenación de activos, que aumenta el dividendo y la cotización, aunque ello suponga la jibarización de la compañía.
Ayer hablábamos de que la crisis de la familia Espirito Santo, y con ella la del Banco Espirito Santo, había forzado a Emilio Botín Ríos a retrasar su sucesión en su hija, Ana Patricia, de la misma forma y manera a como él sucedió a su padre, Emilio Botín López (abreviando apellidos, que conste). Nadie podrá discutirle experiencia a Ana Patricia Botín, tampoco los fondos. Sencillamente, a estos gestores anónimos les molestan las dinastías por la misma razón por la que al capitalismo le molesta la familia, a pesar de que constituye el modelo de negocio más eficiente que haya inventado el hombre.
Yo apuesto por la sucesión familiar, aunque Ana Patricia no sea santa de mi devoción (no es 'miss simpatía', se lo aseguro), pero por lo que no apostaré jamás es por este capitalismo que es algo peor que depredador: es anónimo.
Ana Patricia ya es, por lo menos, nieta, pero ni es tonta... ni es pobre.
Eulogio López
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