Agustín Losada nos cuenta lo que ocurrió en uno de los seminarios perpetrados en la universidad de verano de El Escorial, dirigido por el inefable Gonzalo Puente Ojea, ex embajador de Felipe González ante El Vaticano, bajo el formidable título de "¿Existió Jesús realmente?". Como quien dice, un título para romper el hielo.

Naturalmente, cuando alguien se plantea esa pregunta es que ya tiene la respuesta, y ésta adopta dos variantes:

1. Jesús no existió, es un ente ficción.

2. Existir sí que existió, más que nada porque no hay forma de negarlo, pero la verdad es que de Dios tenía poquito: fue un gran maestro moral, claro, a la altura de otros, como Confucio, Buda, Mahoma o Lao Tsé (siempre se cita a este último, quizás porque su nombre es eufónico y la forma siempre ayuda a introducir el fondo, por estúpido que éste sea).

Puente Ojea es un diplomático experto, que no un experto diplomático. Lo suyo no es "escuchar siempre e interpretar los silencios" sino penetrar en los foros como un elefante en una cacharrería al hispánico grito de "todos los curas son unos cabrones y estoy dispuesto a demostrarlo científicamente".

Ahora bien, el presupuesto –muy científico, sin duda- del que partía el seminario, que, por caprichos del destino fue el mismo en el que concluyó, tiene un par de problemas.

Por una parte, si Jesucristo no existió, tampoco existió Julio César, ni Artajerjes, ni Sócrates, ni Recaredo, ni Gengis Khan, ni Cristóbal Colón. Y es que los evangelios, y la Biblia en general, es el libro mejor documentado de toda la historia de la humanidad; según la gradación torera: primero la Biblia, luego nadie, y luego los demás.   

Citemos el estudio preliminar de los Evangelios editado por EUNSA: "De las obras cumbres de la literatura clásica, de la Iliada y la Odisea de Homero, así como algunas obras de Aristóteles y Platón, que son de las que más manuscritos poseemos, en ningún caso llegan al millar de copias; es más, sólo se conservan unas pocas decenas, y en su mayor parte, de épocas muy tardías (entre los siglos X y XV). En cambio, de la Biblia conservamos unos 6.000 manuscritos en las lenguas originales (hebreo y griego), y unos 40.000 manuscritos en antiquísimas versiones (copto, latín, armenio, arameo, etc)".

Dicho de otra forma, decir que Jesucristo no existió no es ningún atentado contra la ortodoxia católica ni contra el Magisterio: es un atentado contra la ciencia y contra la historia. Los católicos no nos cabrearemos, pero los bibliotecarios la pueden armar.

Segunda cuestión. Bueno sí, claro, existió, por supuesto, pero no era Dios. Eso sí, era un gran maestro moral. Un buen hombre.

La respuesta a esta nueva tontuna nos exige trasladarnos desde la historiografía a la semiótica, para concluir que: una de dos, o Jesucristo era Dios o fue el mayor inmoral que ha existido sobre la faz de la tierra; o un loco, o un canalla, o ambas cosas a la vez. ¿Se imaginan ustedes a un hombre que se dice Dios, que exige que los hombres le adoren, que abandonen vida, familia y patrimonio tan sólo fiados de unas palabras que sonaban a fantasmagoría o locura?

No, sobre Cristo sólo se pueden decir dos cosas: o era el más miserable de los hombres, o era realmente Dios.

Claro que existe una tercera derivada, muy pertinente respecto a los profetas de la duda. Nunca, en toda la historia de la humanidad, algo tan frustrante como la duda ha sido tan alabado, razón por la cual se producen seminarios como el precitado. Y es que la duda no tiene límites, y desemboca, seguro, en la idiocia. El punto final consiste en comenzar a dudar de la propia existencia. Conozco a más de uno, y de dos, que ya ha llegado a la conclusión de que no existen. Puente Ojea, sin ir más lejos, ya iniciado ese camino sin retorno.

Como decían los alucinados de los años setenta: "Dios ha muerto, Marx ha muerto y yo mismo no me encuentro nada bien de salud". O como escribió un tercero, bajo el aforismo "Dios ha muerto, firmado Nietzsche". "Nietzsche ha muerto, firmado: Dios".

Eulogio López