Con encomiable firmeza y determinación, la señora ministra anunció la apertura de un expediente informativo a la compañía Iberia. La verdad es que el caos vivido en uno de los aeropuertos más importantes del mundo es como para abrirle un expediente a cualquiera, pero también es cierto que la ministra está echando balones fuera, como lo está haciendo AENA, que depende del Gobierno. Todos se apuntan al yo no he sido, en lugar de buscar soluciones, y en eso de evadirse la ministra Maleni es un portento. Además, sabe que cuanto más pida su cese la oposición más segura tiene su continuidad.
Por otra parte, es verdad que el Barajas no es un aeropuerto preparado para el frío. La nieve no paraliza aeródromos que sí están preparados para cualquier inclemencia. Y si Barajas no lo está, el problema es de AENA, es decir, del Gobierno, es decir, de Maleni. De paso, el Zapatismo, una vez decidida la cabeza de turco, ha lanzado a su flota mediática contra Iberia. Porque Maleni, desde luego, no ha sido.
Ahora bien, el caos no sólo ha sido culpa de Maleni, AENA o Iberia. Hay algo más. Por ejemplo, el cenit del desastre llegó con el motín -justificadísimo- de tres vuelos de Iberia del pasado fin de semana con destino a Lima, Buenos Aires y Montevideo. Tras muchas horas de espera, y una vez embarcados, los pasajeros se negaron a descender del avión y se amotinaron. Los comandantes avisaron a la Guardia Civil y aquello puedo acabar como el rosario de la aurora.
Son tres ejemplos típicos de la huelga de celo de los pilotos del SEPLA que, naturalmente, no existe. ¿Cómo pudo ocurrir tal despropósito? Pues, por ejemplo, así:
La técnica es sencilla. Cuando se sabe que se va a producir un retardo, la compañía avisa a los pilotos para que no salgan de casa. La técnica consiste en que no responder al móvil, hacer caso omiso de las llamadas y presentarse a la firma de inicio de actividad. Como el vuelo está retrasado, transcurren las horas y se van consumiendo el límite de horas de trabajo. Es entonces -por ejemplo ya con el pasaje embarcado y preparado para partir- cuando el piloto -qué cosas- se percata de me he pasado de actividad y dice que no puede comenzar el vuelo. Si hubiera hecho caso del aviso, y hubiera firmado más tarde, sí podría, pero ahora, oiga, es imposible. La verdad es que no lo es porque tienen potestad para alargar su horario mientras nos sobrepasen los límites de aviación civil.
Ellos mismos se fastidian dado que, muy probablemente, puedan volver a casa para reincorporarse al aeropuerto cuatro horas después, pero no se trata de eso: se trata de fastidiar, y eso bien merece la pena.
Como dijo ayer uno de los líderes sindicales de lo controladores, en El Mundo: somos el único colectivo que puede hacer caer a un Gobierno. Y lo decía muy orgulloso. Los sindipijos, sean de controladores o de pilotos, son así.
Eulogio López
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