En los mentideros políticos se dice que el Gobierno ha pactado con ETA un referéndum de autodeterminación del País Vasco, que se fecharía para más allá de las próximas elecciones generales. O sea, el sistema Quebec. A cambio, ETA proclamaría un alto el fuego definitivo, ZP se convertiría en el pacificador de Euskadi y seguiría en Moncloa otros 25 años.

De entrada: no puedo demostrar que sea cierto: no confío en mis fuentes hasta ese extremo. Sí digo que la música suena bien –o suena fatal, pero plausible- porque el insensato que ocupa la Presidencia del Gobierno es capaz de eso y de mucho más, enamorado como está de su actual residencia. El nacionalismo violento está entusiasmado con él, y hará cualquier cosa para mantener a ZP, porque tienen muy claro que "éste cede".

Como el aprendiz de brujo que es, Zapatero considera que ese referéndum se puede ganar, y que el independentismo real en Euskadi es menor del que aparenta el griterío abertzale. Así, ya sólo faltaría un acuerdo con Batasuna sobre Navarra.

Ahora bien, el problema no es que se pueda ganar o el miedo a perder un referéndum de autodeterminación donde los vascos, con navarros o sin ellos, decidan si se separan de España o no. El problema es el de siempre con el nacionalismo, que acaba siendo un callejón sin salida, porque no discute sobre el Estado del Derecho sino sobre el tamaño del Estado. Y es falsa democracia la de las consultas populares sobre autodeterminación, porque no está claro quién es el sujeto agente. Dicho de otra forma, en un referéndum de autodeterminación de Euskadi respecto al conjunto de España, ¿quién debe votar? ¿Los vascos o todos los españoles? Yo, desde luego, por español, no estoy dispuesto a que me quiten mi Euskadi, que están mía como la de un nacido en Hondarribia. Y lo mismo digo de mi Cataluña o de mi Galicia.

No digo nada extraño. Cuando el etarra Arnaldo Otegi presenta su Plan de Paz, propone un referéndum sobre si Navarra debe o no debe sumarse a Euskadi. En esa consulta, Otegi propone que voten todos los concernidos, es decir, vacos y navarros. El resultado es fácil de prever.

Además, como es sabido, en un referéndum de autodeterminación –recuerden Quebec- muchos "noes" son reversibles, pero un solo "sí" resulta irrevocable. E independientemente del resultado, nuestro Mr. Bean no conseguirá reforzar la españolidad sino crispar más a todos.

En cualquier caso, si no recuerdo mal, el único país que reconocía el derecho a la autodeterminación en la edad moderna era la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), todo un ejemplo de democracia. Y el problema del derecho a la autodeterminación no son las consecuencias, sino las causas: es injusto en origen.

Eulogio López