Curiosísimo : mientras ardían autobuses en Bilbao y los fines de semana en el País Vasco vuelven a convertirse en el violento reino de la impunidad, mientras sigue la chulería de Batasuna, mientras aumentan día a día las gentes que se sienten amenazadas por ETA, así como el impuesto revolucionario y la extorsión, el diario gubernamental El País ha vuelto a marcar el territorio (edición del lunes 18): Mientras no hay atentados, no hay motivos para dar por roto el proceso. Ésta es la tesis de Polanco y ésta es la tesis de Zapatero, dispuesto a que en Euskadi continúe respirándose una atmósfera opresiva, donde los no nacionalistas tienen miedo y los nacionalistas sufren Síndrome de Estocolmo, con tal de vencer al PP en las próximas elecciones gracias al titulo de pacificador de Euskadi, internacionalmente felicitado por haber terminado con la última banda armada del Viejo Continente.

La noticia es ésta: que los tres grandes asesores de Zapatero, Pérez Rubalcaba y el presidente de La Sexta, José Miguel Contreras, así como, Pepiño Blanco, están de acuerdo en aplicar el viejo dicho gallego. Si me mean digo que llueve. El objetivo, mantenerse en la Moncloa, lo merece.

En resumen, será aceptable cualquier tipo de amenaza, presión, acoso, extorsión, humillación, rearme, chantaje y abuso con tal de que no se produzcan estos dos hechos: asesinato o secuestro. No porque piensen que eso ya resultaría inaceptable, sino porque la opinión pública, y en concreto el electorado socialista, no aceparía que se siguiera negociando con ETA tras un asesinato o con un secuestrado encerrado. Es la misma técnica del Estatut catalán: ceder hasta allí donde el votante socialista andaluz o manchego podría revolverse. Lo que ocurre es que la opinión pública no puede estar pendiente de tecnicismos tales como las repercusiones de las cesiones a la Generalitat (en este caso al PNV y a ETA) en materia fiscal o judicial. De esos tecnicismos, la opinión pública se entera cuando el afecta en sus propias carnes, e decir, demasiado tarde.

Como curiosidad, hay que decir que mientras Contreras y Blanco aceptan con entusiasmo la teoría, el pérfido Rubalcaba sólo transige con ella.