Si el miércoles el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, abogó por abaratar el coste del despido, el presidente del Gobierno respondía el jueves haciendo una vez más de su habitual jaleo conceptual. José Luis Rodríguez Zapatero desautorizó las tesis de MAFO argumentando que este tipo de recetas sirven para adelgazar el Estado de bienestar. Todo para concluir que no debemos ir por ese camino.
En esta ocasión ZP confundió el Estado de bienestar, cuyas patas son las pensiones, la Sanidad y la Educación, con el coste de los despidos. El paro es una prestación pública, pero no forma parte del Estado de bienestar, como tampoco forman parte las ayudas a la familia o a la vivienda. Quizás al presidente le sonó a que estar empleado significa estar bien y, en su afán por pasar a la historia, quiso incluir una pata más al bienestar. Error, porque esa misma ambición le llevó a definir la ley de dependencia como la cuarta pata del Estado de bienestar, que en su cabeza debe tener forma de arácnido.