El próximo presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, devolvió al Congreso la poesía que nunca debió de perder. Faltó, sin embargo, la calculadora que debe de acompañar a todo gestor público para transformar la "poesía que promete" en realidades tangibles.

El problema del "paz y bien" predicado por Zapatero es que las bellas palabras contrastan con las realidades. La anunciada ley de plazos del aborto no garantiza la paz intrauterina, sino, más bien, todo lo contrario. Curioso, sin embargo, que Zapatero no mencionase la ampliación del aborto en su debate de investidura. Tampoco la retirada de las tropas nos garantizan la paz. Las últimas cintas de Bin Laden demuestran la ausencia de relación causa-efecto entre la intervención en Iraq y los ataques del 11-M. En cambio, la retirada de las tropas "por las bravas" sí que propicia la guerra civil en Iraq.

Pero estamos ante la batalla semántica y de lo que se trata es de arrebatar las palabras de contenido positivo. Una vez conquistado el continente, el contenido resulta irrelevante. Sorprendió, sin embargo, que no hiciera mención a la retirada de las tropas hasta contestar a Llamazares. Un guiño trufado a quien participó activamente en la victoria de Zapatero sin saborear sus mieles.

También el bien "zapateril" resulta discutible. No parece que sea un bien la ruptura familiar. Más bien es un drama. Para quien la sufre de cerca y para la sociedad en general. Agilizar los procedimientos de disolución del vínculo matrimonial no parece un bien, sino todo lo contrario. Puede quedar muy progre, pero sale muy caro. Sobre todo, para los verdaderos paganos: los niños.

Lo mismo podemos decir de la equiparación del matrimonio homosexual. Una batalla muy "progre" que disuelve la naturaleza del matrimonio a un mera capricho de "dos que se quieren". De esta forma se devalúa el concepto de matrimonio y se asumen riesgos innecesarios sobre los niños entregados en adopción, que se supone deberían de ser prioritarios en la defensa de derechos.

La mejora del bienestar de los más humildes se concreta en el salario mínimo interprofesional en los 600 euros y la mejora de las pensiones más bajas. Pero todavía no ha explicado cómo cuadrará el círculo de equilibrio presupuestario y programa social. Máxime cuando Solbes contradice a Zapatero con su programa de viviendas sociales y se autoproclama más liberal que Rato. Habrá que echarse la mano a la cartera...