El trasfondo de toda esta tragicomedia consiste en que Zapatero se ha situado en un callejón sin salida desde que convenciera al resto de grupos parlamentarios, con la excepción del Partido Popular, simplemente por no calibrar la soberbia etarra la arrogancia de determinados sectores nacionalistas. Preocupados por una paz entre iguales. Ahora, y siguiendo los criterios de Alfredo Pérez Rubalcaba, el mejor estratega del PSOE, tanto Presidente como vicepresidenta primera, Rodríguez Zapatero y Fernández de la Vega, insisten en que el Gobierno no negociará con ETA hasta que la banda abandone las armas. Es una tautología, una forma de salir del callejón sin salida donde se ha metido ZP.
Ahora bien, no era ese el propósito inicial del acuerdo parlamentario, ni se expresaba tal condición con la rotundidad con la que ahora lo repiten los parlamentarios. Es más, ya Aznar había prometido que si ETA abandonaba las armas el Estado podría ser generoso, con los etarras encarcelados. De hecho, Zapatero pretende lo mismo que Aznar: si se produce un abandono de las armas, como ya ha informado Hispanidad, los etarras con delitos de sangre serían deportados y los que no se encontraran en esa situación, podrían ser amnistiados, de derecho o de hecho, por distintas vías.
Ahora bien, para este viaje no hacían falta estas alforjas. Hay que advertir que si ETA abandona la violencia se puede ser generoso con los etarras no representa nada nuevo. Incluso parte de los familiares de las víctimas podía aceptarlo.
Y por si fuera poco, el comunicado de ETA ha enrabietado al estamento policial. La repuesta del Gobierno, también tiene aire de tautología: al Ejecutivo, la actitud de los asesinos le parece insuficiente. En efecto, lo es: lo suficiente sería que los terroristas se comprometieran a no matar a nadie: sea político o panadero, sea español o marciano.