Una de las más ingentes tonterías con las que amenaza el nuevo Gobierno de Rodríguez Zapatero consiste en la legalización de la prostitución (ahora no es que sea ilegal, es alegal). Se quiere seguir el modelo sueco y en parte holandés, consistente en que la profesional es inocente y no debe ser molestada: el que debe ser castigado es el cliente. Tan curiosa asignación de culpabilidades no ha reducido la prostitución ni en Suecia ni en Holanda, ni ha conseguido reducir el papel de las mafias que esclavizan a mujeres traídas desde países pobres: simplemente la ha hecho más difícil para el cliente.

 

Condenar al cliente y legalizar a la prostituta es como si, en el caso de la droga, se castigara al consumidor y se legalizara al narcotraficante. Es lo mismo, Zapatero sabe que está obligado a alimentar el voto progresista. Además, el PSOE está esperando el resultado de la campaña del Ayuntamiento de Madrid (en parte llevada a cabo por Ana Botella) por la que se ofrecía a las prostitutas traídas de otros países una posibilidad de abandonar el "oficio", ya sea a través de la vuelta a su país (pagándoles el billete) o, no olvidemos que existen también muchas prostitutas españolas, ayudándoles a buscar un trabajo previa formación.

 

Lo cierto es que el balance no ha sido muy positivo… por la sencilla razón de que muchas prostitutas rechazan estas ofertas y prefieren seguir ejerciendo su "oficio".