Para que nos hagamos una idea de la tibieza del Gobierno español a la hora de defender a sus compañías estratégicas es que Bruselas se opone con más firmeza a que Lukoil controle Repsol que La Moncloa, afirma el Ejecutivo comunitario que el comprador no sólo debe ser privado sino perteneciente a un país que acepte la reciprocidad en sus actuaciones empresariales y, al parecer, la Comisión mantiene sospechas al respecto sobre Moscú y ni tan siquiera se deja convencer por el hecho de que el 20% de Lukoil sea propiedad de la estadounidense Conoco.
Vamos, que no les gusta que la mafia político-energética rusa entre en la Unión Europea adquiriendo la octava petrolera del mundo. Además, en Rusia no hay empresas privadas ni públicas, todas son propiedad de Putin.
En el mundo estas cosas no se solucionan así. Cuando un estadista es respetado, simplemente prohíbe la operación y a otra cosa. Cuando, como ZP, su prestigio internacional sólo figura en los informativos de los medios pro-gubernamentals, entonces ocurre lo de Repsol.
De este Gobierno, ninguna empresa española puede esperar ayuda alguna. Basta con que no se nueva, porque aún resuenen los ecos de aquellas declaraciones del portavoz del Elíseo, cuando afirmó, tras una cumbre hispano francesa, que si EDF se planteaba su entrada en Iberdrola era porque el Gobierno español así lo había autorizado.
Si ZP estuvo a punto de vender Iberdrola a EDF y sólo la oposición furiosa de Ignacio Galán lo impidió, por qué no iba a dejar ahora que el Gobierno ruso se haga con Repsol y con sus reservas en medio mundo. Precisamente los rusos, los hacedores del gran chantaje del gas a Occidente.
La etapa de este desastre con patas que tenemos por presidente del Gobierno se conocerá como la era de la des-moralización de España pero el personaje nacido en Valladolid y recriado en León también pasará a la historia como aquel que laminó el tejido industrial español. Su obsesión es gobernar España por 25 años, pero poco le importe lo que gobierne, poco le importa España. Este chico es todo un vendepatrias.
Claro que también ayudaría algo que los ejecutivos españoles afectados pensaran en algo más que en el mantenimiento de sus cargos. Que pensaran, por ejemplo, en el bien común. Aquí lo único que se percibe es un Luis del Rivero ansioso por coger el dinero y a un Antonio Brufau ansioso por conservar el cargo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com