De repente, al Gobierno socialista le ha salido la vena liberal-conservadora. Conservadora por la parte del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, dispuesto a hacer cumplir la ley con furgones policiales.

Liberal para la ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, una mujé de izquierda. El lunes nos comunicó que los ciudadanos deben estar tranquilos, porque el Gobierno está todo-trabajando. Yo mismo me quedé tranquilísimo. A continuación, la escuadra mediática de ZP, la más poderosa de toda la democracia, encabezada por la TV pública, nos explicó los interminables daños que los huelguistas están haciendo al país, con lastimosas instantáneas de leche derramada porque nadie la recogía. Como buenos neoliberales, como si se tratara del mismo Pedro José Ramírez -inventor del liberalismo, como todo el mundo sabe-, nos explican los límites del derecho de huelga con una ristra de ciudadanos cabreados por los cortes en las carreteras, lo que, sin duda, ha obligado al muy progresista ministro Rubalcaba a echarle mano dura.

Un día después, del conservadurismo pasamos al liberalismo. Maleni, dispuesta a negociar hasta el final nos informa de que no pueden aceptar la tarifa mínima porque eso no tiene fundamento legal en una economía de mercado: ¡Toma ya, mujé de izquierdas!

Bueno, la verdad es que sí tiene mucho fundamento, porque los ejemplos son miles. Hay un montón precios regulados, desde la luz, el gas, determinados transportes, etc., en esta economía de mercado llamada Europa. Y hay un precio que también está regulado, o al menos indicado: el del gasóleo, objeto de las propuestas. Incluso lo más liberal es prohibir el dumping, que atenta contra la libre competencia, el ventajismo de unas empresas de transporte grandes que pueden pactar precios especiales con las petroleras, frente a los autónomos, que no pueden pactar nada con nadie. Por cierto, una de las pruebas de la sinceridad de los huelguistas pequeños es, precisamente, que el autónomo no puede permitirse el lujo de no trabajar. No porque cobre menos, sino porque se va a la quiebra.

Hablando de liberalismo: espero que los transportistas no caigan en la trampa de cambiar subvenciones públicas por reducción de impuestos. Las subvenciones son el mejor instrumento del poder político para dominar a la gente. Y los huelguistas debieran insistir en que se reduzcan los impuestos del petróleo, como ofrecía Sarkozy: ¿Acaso bajar impuestos no es lo más liberal? ¿Acaso no supone quitarle poder al Estado y devolvérselo a la sociedad?

Vamos ahora con el Partido Popular y su aprovechamiento de la desastrosa política gubernamental. Lo tienen en nuestra selección de Radio y TV. Don Mariano dice que el Gobierno lo ha hecho muy mal... y a renglón seguido propone lo mismo que el Gobierno. Incluso se le entiende más clarito, quizás por más ingenuo: No se puede ceder pero hay que sentarse a hablar y garantizar la libertad de la gente. O sea, que te sientes a negociar para no ceder. Entones, ¿para qué negocias? Y, además, fanatizar la libertad de la gente: es decir, 25.000 antidisturbios repartiendo castañas por medio país. En definitiva, lo que ya han hecho, y con lamentable eficiencia, Magdalena Álvarez y Alfredo Rasputín Rubalcaba, dos personajes para olvidar. Como Mariano Rajoy.

Está claro que tanto con el PP y con el PSOE, la alianza es la misma: Gobierno y oposición se unen con los grandes empresarios contra los pequeños, especialmente contra los autónomos y mini-emprendedores, pero también contra los trabajadores por cuenta ajena. Es ZP en versión liberal-conservador y su clon, Mariano Rajoy.

Eulogio López   

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