Un periodista pornógrafo -es decir, progresista- me llama gilipollas por haber llamado miserable al presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero.

Pues insisto, porque lo considero necesario: ZP es un miserable, un canalla repugnante que califica el aborto como un instrumento para la dignidad y la seguridad de las mujeres. Este ser repugnante obtiene con ello el aplauso de un país de degenerados en el que, desgraciadamente, se ha convertido España.

No, mis palabras no son duras, lo duro es que el asesinato de 112.000 inocentes por año (y sólo aludo de aborto quirúrgico, del químico mejor no hablar) es el signo de nuestros tiempo. Si no lo denunciara me sentiría un cobarde.

Ahora bien, ¿cómo se ha llegado hasta esos 112.000? Se ha llegado con una ley de 1985, obra de Felipe González, que suponía el aborto libre pero disimulado, de la misma forma que el proyecto actual de ZP representa el orgullo abortero, sin disimulo alguno. En medio, ha habido 8 años de aznarato, en los que el acomplejado ex presidente del Gobierno, al igual que su sucesor, Mariano Rajoy, se han comportado como dos tibios, es decir dos miserables acomplejados, dos canallas. En la mañana del lunes, Aznar insistía en que era un defensor de vida: ¡Peor qué cara más dura!

Y recientemente, Rajoy aplaudía la ley de Felipe González del 85 porque protegía la vida humana (sic). Y durante sus ocho años en Moncloa no se tocó la ley e incluso se permitió la distribución en España de la píldora abortiva, la píldora del Día Después -insisto: probablemente, la postcoital constituya hoy el mayor atentado contra la persona- y se permitió por primera vez la manipulación de embriones sobrantes de la fecundación asistida (Ana Pastor). Todo ello en ocho años.

De hecho, el miserable ZP se ha visto obligado a buscar nuevas fronteras de barbarie para espantar al burgués y para saciar la sed de sangre de una generación de catatónicos idiotizados: la nuestra. Ha tenido que lanzar dos leyes neonazis -reforma de la FIV e investigación biomédica- más una ley de aborto libre -ya existente, aunque nominalmente fuera de supuestos- y financiar mas píldoras postcoitales, además de cargarse el derecho a la objeción de conciencia de médicos y farmacéuticos. Todo ello sólo para diferenciarse de lo que el PP había iniciado.

Es decir, que si ZP es un canalla miserable, Rajoy es un canalla producto de la tibieza. Ergo, estoy para vomitarles de mi boca aunque, afortunadamente, no les tengo en mis mandíbulas. Está claro que un católico no puede votar ni al PP ni al PSOE.

Eso sí, comprendo que hay cristianos tontorrones empeñados en que si ZP sale de La Moncloa España se recristianizará, cristianos a los que sólo puedo recordarles que la inocencia es una virtud pero la ingenuidad una necedad.

Pero hay más miserables. Decíamos ayer que las universidades católicas (Notre Dame o Navarra, por ejemplo), no deberían ser tan ingenuas. Pues bien, horas después, el acto aludido tenía lugar y el presidente de los Estados Unidos era recibido en la Universidad de Notre Dame con todos los honores: al que gritó que dejara de matar niños, respondió la 'cla' preparada al efecto con un Yes, we can, grito de guerra que, por cierto, se inventaron los hinchas iberoamericanos para animar a sus selecciones de fútbol cuando se dejan amilanar por el adversario. No lo duden: los figurantes de Obama gritaban más.

Pero la cuestión no es otra: como un lobo disfrazado de cordero, Obama pronunció sus palabras mágicas en el papel que más le agrada, el de pacificador universal: ¿Cómo luchar por lo que considera correcto sin vituperar a aquéllos que tienen convicciones igualmente firmes?.

Por supuesto, Obama no pretendía argumentar, porque he visto clasificadas de muchas cosas al aborto, pero jamás de correcto. En segundo lugar porque se planta como alguien tolerante que no pretende herir ni vituperar, pero resulta que nada más llegar a la Casa Blanca ha restaurado el aborto por nacimiento parcial, en cualquier momento del embarazo, lo que algunos denominan el aborto por ahorcamiento o por degüello... porque es lo que es. Y para restaurar este tipo de crueldad herodiana, el señor Obama no ha consultado con nadie, salvo con aquellos grupos interesados que iban a aplaudir la masacre. Habla de no vituperar, pero lo cierto es que impone hechos consumados.

Y lo más hipócrita de todo: horas -y minutos- antes de pronunciar las palabras de la mano tendida, más de 20 personas habían sido detenidas por ejercer su libertad de expresión y exigir coherencia a una universidad que se dice católica y honra al miserable. Es decir, Obama es un miserable tibio e inteligente, que no quiere vituperar al contrario: sólo encarcelarlo.

Eulogio López

eulogio@hispanidad.com