Muy conocido es el libro Guinness de los record; por aparecer él rivalizan personas, que bien por notoriedad o aburrimiento, realizan los hechos más absurdos, insólitos o extravagantes.
Así nos podemos encontrar que un grupo de amigos han elaborado un chorizo kilométrico o que un atleta ha subido en 5 min. 18 seg. 645 escalones utilizando la cabeza a modo de pies y éstos a modo de cabeza.
Ciertos políticos españoles, ya por aburrimiento, notoriedad y falta de sentido común, nos deleitan, frecuentemente, con hazañas que superan con creces, a todas las recogidas en el citado libro por su insuperable papanatismo.
Hace unos días se conoció, la incalificable grosería, que el Parlamento Catalán contrató un servicio de traductores para poder entenderse con una representación de Nicaragua.
Más recientemente ha visto la luz que la Junta de Extremadura ofrece un taller para instruir a los jóvenes (como si la naturaleza no fuese capaz de obrar adecuadamente con sus instintos) en las habilidades de Onán.
Como es preceptivo, en ambos casos, el dinero público es el que costea tan absurdas, extravagantes, innecesarias y dilapidadoras actividades. Y si así las califico es porque mientras haya una lista de espera en los servicios médicos de la Seguridad Social o una escuela en un barracón prefabricado estos dispendios no son ya dignos de aparecer en el libro Guinness, pero sí en la antología de los más ridículos, absurdos e insolidarios disparates.
Manuel Villena Lázaro