El presidente del Gobierno impone el social-nacionalismo en el PSOE: también habrá que pactar con el PNV. El sábado se vivió uno de los episodios más duros de la democracia: la viuda de Gregorio Ordóñez, acusó al lehendakari, Juan José Ibarreche, de "deslealtad, hipocresía y cobardía". Pese a todo, y aunque le bastaría con los votos de CIU para gobernar con mayoría absoluta, el presidente del Gobierno insiste en repetir el aislamiento del Partido Popular: no habrá pacto de Estado. Y más: mantendrá el acercamiento al PNV, a pesar de sus malos resultados electorales, a BNG, a Nafarroa Bai y a Coalición Canaria
El PSOE y el PP suman 323 de los 350 diputados de la Cámara. Los 27 restantes se los reparten entre 8 formaciones políticas. Un mapa político tan bipolar no se había visto en toda la etapa democrática. De hecho, para muchos socialistas, como José Bono o el ministro del Interior en funciones, Alfredo Pérez Rubalcaba, las urnas indicaban el camino a seguir de forma inequívoca: este es el momento idóneo para firmar el famoso Pacto de Estado entre los dos grandes partidos mayoritarios para frenar los excesos de los nacionalismos, algo que sin duda reclaman muchos votantes socialistas y todos los del PP.
De ahí la sorpresa: ZP ha vuelto a imponer en el PSOE, donde cada día manda más, el social-nacionalismo. El argumento de su asesor Miguel Barroso -lo sigue siendo- y de la esposa de éste, Carme Chacón, ministra de Vivienda en funciones, ha surtido efecto: ZP volverá a repetir la estrategia de la primera legislatura en la que todo el objetivo político consistía en aislar al Partido Popular, porque es el PP el único que puede arrebatarle la Moncloa. No se trata de sumar diputados, sino de dar la sensación de aislamiento del PP, y repetir que se trata de una partido que linda con la ultraderecha. Su fiel vasallo, el secretario de Organización del PSOE, Pepiño Blanco, ya ha abierto el doble juego de policía bueno-policía malo: mientras ZP habla de diálogo con el PP, Blanco a ha comenzado a referirse a la crispación de la derecha, al asilamiento de la derecha y al carácter ultraconservador de la derecha.
¿Con quien hay que pactar? Pues con todos, especialmente con los nacionalistas. No sólo con los nacionalistas catalanes de CIU, el tercer grupo de la Cámara, que con su solo apoyo le permitirán gobernar con mayoría absoluta, sino con El PNV, sobre todo con el PNV- con Coalición Canaria, con los gallegos del BNG o, por qué no, con ERC, que el Tripartito, aunque suponga una esquizofrenia,. Dado que el anti-pepismo catalán es uno de los factores que más han contribuido a ganar las elecciones. Ni el mismísimo ZP, personaje poco capacitado para la autocrítica, podía creerse el éxito socialista en Cataluña, la gran sorpresa del 9M.
Total: que podemos olvidarnos del tan traído Pacto de Estado entre los dos partidos mayoritarios en cuestiones de interés general: seguiremos en el social-nacionalismo.
Aún más sorprendente es el segundo factor con el que ZP arranca su segundo mandato: su obsesión por pasar a la historia como el pacificador de Euskadi, algo que siempre ha confesado le otorgaría la permanencia en la Presidencia durante muchos años. A pesar de que la banda terrorista le ha tomado el pelo muchas veces, asesinando a dos personas cuando ZP prometía una mejoría palpable de la situación, o asesinando a dos guardias civiles en Francia, y a pesar de que no se ha avanzado nada en el proceso de paz y de que los terroristas han aprovechado para reorganizarse, ZP insiste, lo cree posible.
Precisamente, en la mañana del sábado, Ana Iríbar, viuda del concejal del PP asesinado por ETA, Gregorio Ordóñez. Aprovechaba un homenaje en el parlamento vasco, nada menos, para manifestar su "desprecio" por el lehendakari Juan José Ibarretxe, a quien acuso de deslealtad, hipocresía y cobardía, por su actitud equidistante entre los asesinos y sus víctimas. Asombroso, por cuando, hasta el momento, era la hermana del asesinado, Consuelo Ordóñez, quien había sido protagonista de los enfrentamientos más directos con los nacionalistas.
Pero todo esto no provocará cambio alguno en la política de ZP. Es decir, que la legislatura 2008-2012 se va a parecer a la 2004-2008 con una gota de agua a otra.