Y para más ‘inri', ZP hizo su anuncio en una Iglesia desconsagrada, a la sombra de un crucifijo. Considerando que nuestro nunca bien loado presidente del Gobierno considera que el único dios al que adorar es el hombre (Suso del Toro dixit), y considerando el eslogan socialista "Motivos para creer", cualquier día ZP se nos crucifica como Madonna y nos pide que, de hinojos, le adoremos.
Pero podemos prescindir de la escenografía y de los hechos, más bien pobretones. La propuesta, lo digo en serio, ya supone un avance: significa que el PSOE ha caído en la cuenta de que España necesita, antes que nada, hijos -o, al menos, el voto de los padres, el próximo 9 de marzo-, y, por la misma, una cosa es que el personal admita la sodomía -en seguimiento de una de las líneas de actuación más habitual entre el cuerpo electoral: -"Por mí..."- y otra bien distinta que no sepa que el futuro, no ya del país, sino de la raza humana, depende de que profiere una cosa tan antigua como, no ya la familia tradicional, sino la familia numerosa.
Al mismo tiempo, un hombre dinámico como Durán Lleida -tan dinámico que cambia de ideología todas las semanas-, ha lanzado la idea de una excedencia remunerada para las madres del 50% del salario. A ello se unen el chequé-bebé de ZP o las ayudas a la maternidad de algunas comunidades autónomas, que, al menos, rondaban los 100 euros.
En definitiva, la idea de que es de justicia que la madre reciba un salario por aportar a la sociedad la mayor contribución que puede hacer una mujer, o un hombre, es decir, un ser humano se está imponiendo de forma paulatina en la sociedad, tras tres décadas de antinatalismo progre, el mismo que ha pretendido, durante un cuarto de siglo, el peor de los absurdos: una sociedad sin niños.
A la vez, la idea del salario maternal está imbricada en otra: en contra de las monsergas feministas, la marginada en la sociedad de hoy no es la mujer, sino la madre, que pierde años claves en su trayectoria laboral frente a sus competidores varones, años donde se dedica a la educación de sus hijos.
Es por tanto, justísimo, que la mujer que tenga hijos -trabaje o no fuera de casa e independientemente de sus ingresos- reciba un salario maternal, al menos durante los primeros años de vida del niño. La cuantía y el lapso deberán calcularse como la cuenta de resultados de las eléctricas: empezando por el beneficio y hacia atrás hacia adelante. Quiero decir, que debe recibir, en calidad de salario maternal, aquello que se le pueda ofrecer, aunque el referente del Salario Mínimo se ofrece por sí mismo. En otras palabras, 625 euros mensuales por hijo, no por 25 hijos.En cualquier caso -acuérdense de las pensiones-, lo difícil es poner en marcha una prestación pública, el qué, el cuánto y el cuándo se van acoplando con el tiempo, según las necesidades y las posibilidades. En cualquier caso, el salario mínimo está en 600 euros, no en 25. Y, desde luego, el SM es más importante que las aportaciones para quienes cuidan a personas dependientes.
Pero ojo, el salario maternal debe ser un salario, no una subvención pública. Porque cobrar por criar un hijo es un derecho, no un privilegio.
Al final, ZP, que no cree en la familia porque no cree en el hombre, se ha mostrado más astuto que sus adversarios políticos. Es lo bueno que tienen los progres: son salvajes, pero no acomplejados. Si acaso, sufren complejo de superioridad, aunque servidor nunca haya logrado adivinar el porqué. Así que ZP se ha vuelto adelantar: llegará al salario maternal mucho antes que sus competidor, el PP, casi siempre a remolque. De hecho, el PSOE le ha robado la idea a fuerzas minoritarias (en este caso a Familia y Vida) y se llevará el santo y la limosna.
Un santo laico, por ejemplo, San Pacífico, canonizado en una Iglesia secularizada, con una imaginería compuesta por ZP y su Gobierno partidario -de apóstoles y apóstolas- y con José Bono-convertible, de pontífice oficiante.
¿Y de monaguillo? Zerolo.
Eulogio López
eulogio@hispanidad.com