Dos palabras producen escalofríos en un paciente: cuidados paliativos. Paliativos significa el fin, no hay cura. Ha ganado la muerte. Todos los miembros del equipo de paliativos trabajan para que el enfermo y sus familiares vivan sin dolor y disfruten de paz y sosiego hasta el final. Tres médicos y una decena de enfermeras. Atienden el equipo de la Comunidad de Madrid. Por otra parte, cerca de 50.000 personas mueren cada año en España sin atención paliativa, "un sufrimiento evitable", llegó a decir Álvaro Gándara, jefe del servicio de paliativos del hospital Jiménez Díaz. En la reunión diaria se comentan las dolencias de cada paciente. Las historias médicas se combinan con café y bollos para el desayuno. Toca despedir a Thamar Capel, médico externo que ha pasado un mes aprendiendo el trabajo de la unidad. "Hay mucho desconocimiento sobre este trabajo, incluso entre los médicos", explica. "Deberían dar más formación en la universidad sobre empatía", reflexiona. Todos cuidan la comunicación no verbal. "Visitamos al enfermo con la familia dentro y nunca damos información en el pasillo". Si preguntan cuándo se van a morir se les pregunta por qué piensan eso: "Hay una comunicación progresiva, no le decimos el primer día que se va a morir". Ante la pregunta si puede irse a casa porque el hospital le agobia: "Podemos darte permiso para ir a la cafetería". Los cuidados paliativos de atención en domicilio son también muy importantes y de gran eficacia. Tras la charla, donde el silencio es tan importante como las palabras, le auscultan y acuerdan administrarle algo para que pueda dormir mejor. Se apuesta por el descanso de los pacientes, nunca por la sedación, si no es necesario. Un paciente ha fallecido en menos de una semana. Sin embargo, el trabajo de los paliativos no ha acabado. Hay un seguimiento del duelo y al mes del fallecimiento se le manda una carta a la familia mostrando sus condolencias recordando detalles personales. Los pacientes no son de piedra y hay momentos de debilidad, por eso los psicólogos del equipo son de una gran ayuda. El dolor es grande cuando los pacientes son jóvenes. "Hace unas semanas, una mujer de 50 años, después de las sesiones de quimioterapia y con 30 kilos, dijo "déjenme morir, tengan piedad". Falleció al día siguiente. Clemente Ferrer clementeferrer@clementeferrer.com