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Nuevo renacer de los mercados islámicos de esclavos
"Despojos de guerra". Así denomina el periódico Dabiq, el medio en lengua inglesa del Estado Islámico (EI), a las miles de mujeres yazidíes que mantiene como esclavas sexuales tras invadir la montaña de Sinjar, en Iraq.
Lejos de considerarlo una perversión, el grupo terrorista señala que el concubinato forzoso es una práctica religiosa santificada por el Corán, según refiere The Economist, en el artículo de Umm Sumayyah, en el que celebra el resurgimiento de los mercados islámicos de esclavos.
Un grupo de 140 predicadores musulmanes han protestado contra esta práctica en una carta abierta dirigida al jefe del citado grupo terrorista, Abu Bakr al-Baghdadi: "La vuelta a la esclavitud está prohibida por el Islam; fue abolida por consenso universal. Habéis tomado a mujeres como concubinas, y eso ha revivido la corrupción y la obscenidad en la tierra".
Otros expertos insisten en que el tratamiento que dispensa el EI a los yazidíes es congruente con la tradición islámica. "Están en perfecta sintonía con la concepción coránica de los primeros tiempos. Lo que el profeta ha permitido, los musulmanes no pueden prohibirlo", asevera Ehud Toledano, académico de la Universidad de Tel Aviv, especializado en esclavitud islámica.
A finales del siglo XIX, la presión de las potencias militares de Occidente llevó a la abolición de la esclavitud en África del Norte y Medio Oriente. Durante un siglo estuvieron libres de esclavos. La Declaración de los Derechos Humanos en el Islam, proclamada en El Cairo en 1990, afirmó: "Los seres humanos nacen libres, y nadie tiene el derecho de esclavizarlos, humillarlos, oprimirlos o explotarlos".
El Global Slavery Index (GSI) precisa que, de los 14 estados en que el 1% de la población permanece bajo ese régimen de opresión, más de la mitad son musulmanes. Sucede tanto en la indigente Mauritania como en la ampulosa Qatar.
Los inmigrantes llegan voluntariamente, animados por la riqueza de los países del Golfo, y muchos pasan a vivir en campamentos en el desierto.
Lo tienen mucho peor las 2,4 millones de empleadas domésticas: muchas no disfrutan de la menor protección y están sometidas a atropellos, lo que ha llevado a varios gobiernos asiáticos a prohibir, a las mujeres de su país, llevar a cabo trabajos domésticos en el Golfo.
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