En 2024, con la subida del 3,8%, la pensión mínima contributiva en España alcanzará los 1.000 euros. Ojo, hablamos de pensión bruta, ojo, hablamos de pensión contributiva y con una serie de condiciones, sobre todo años de cotización por cubrir.
En cualquier caso, estupendo. Si el jubilado no tiene que pagar alquiler, si posee vivienda en propiedad y no ha roto su matrimonio es posible que con, ese dinero, pueda llevar una vida ajena a cualquier lujo pero una vida digna.
Además, tiene todo el derecho a ello, de la misma forma que los que cobran salarios bajos (con los cuales, por cierto, no podrán comprar una vivienda en propiedad para cuando sean talluditos). Ahora bien, todos deseamos que los ancianos, después de una vida de trabajo, no pasen necesidad.
El problema es cómo pagamos esas pensiones porque el envejecimiento de la sociedad española ha dictaminado que la gente viva cada vez más años, aunque los médicos no nos han alargado la vida: nos han alargado la vejez. Y el coste de las pensiones no sólo se dispara, eso no es preocupante, sino que se alarga durante lustros y más lustros.
Por tanto, no se trata de buenos y malos, siendo los primeros los que quieren que los ancianos lleguen a fin de mes y los segundos los que aceptan porque se mueren de hambre. Esa memez solo la pueden crear Yolanda Díaz y sólo la puede utilizar Pedro Sánchez pero sigue siendo igual de falso.
Todos queremos que los jubilados cobren pensiones dignas. Pero los inteligentes saben que no podemos permitirnos ese gasto reciente sin tomar medidas y algunas tendrán que ser duras. La menos dura: retrasar la edad de jubilación, de entrada, por lo menos, hasta los 70 años... y de un sólo golpe.