En su momento, le pregunté a un presidente del IBEX, casualmente catalán, tras la tocata y fuga de 'Puchimón': ¿Qué piensas de lo ocurrido? Me respondió, "lo mismo que tú". Una retorcida respuesta, pero, conociéndole como le conozco, el significado era claro: ¡Menudo vodevil! 

En efecto, el 'procés' catalán es una novela de que todos sabemos el final pero nos lo callamos. ¿Cuál es el final? Pues que, tras alarmarnos mucho, tras vivir grandiosidades ridículas, tras repetir y no creer que el suflé no ha bajado casi nada -esto último no gusta en Moncloa pero es cierto-, al final... fuese y no hubo nada.

Y esto porque la independencia de Cataluña, antes que buena o mala, es imposible. Le pasa algo parecido a lo que el gran Borges opinaba de los peronistas: "No son ni buenos ni malos, son incorregibles".

Este 11-S ha ocurrido algo de mucha risa: los separatistas se han pegado entre ellos

Pues bien, este 11-S he vuelto a preguntar al mismo y cada vez más influyente empresario: ¿Sanchez ha arreglado el problema catalán? Respuesta: "no lo ha arreglado pero lo ha detenido todo... a costa de dividir a esta gente (a los indepes). El problema catalán sólo lo solucionará Europa"... si es que la Unión Europea continúa, que también hay dudas.  

La Diada, una fiesta absurda basada en un personaje histórico manipulado y fiesta separatista anclada en una victoria centralista, ha resultado menos violenta que en otras ocasiones. Es más, lo más parecido a la violencia este 11-S, el enfrentamiento entre distintos grupos separatistas. 

Ahora bien, insisto en lo dicho; a muy alto precio, Sánchez ha logrado apaciguar los ánimos, pero no ha solucionado el problema, sólo lo ha enquistado. El problema catalán sólo terminará por aburrimiento. 

Queda el problema de quién y cómo revocará la factura que va a pagar Sánchez, con nuestro dinero, a los separatistas catalanes, a cambio de que se tomen un valium, porque estamos hablando de un apaciguamiento bien financiado.